Cuento dedicado a Julio Bayón

sábado, 9 de noviembre de 2024 01:24
sábado, 9 de noviembre de 2024 01:24

Quizá para Julito el tren partió muy temprano y no le dio tiempo a preparase de la mejor manera posible. Había que tomarlo sí o sí y, en ese apuro, se olvidó de llevar algunas cosas. Es que el desarraigo a los 15 debe ser muy complejo: separarse de tus afectos, de la mayoría de tus amigos y de tus lugares para ir a vaya saber dónde. Adentrarse en un mundo distinto, con otro ritmo y otras costumbres y, encima, tener que competir para poder sobresalir. ¡Guau, qué cosa por Dios!

Aun así Julito se subió a ese tren y, con tan sólo 15 años, estuvo en un lugar soñado, porque él siempre soñó con un paraíso verde y miles de voces coreando canciones y vitoreando a la mayor pasión argentina: el fútbol.

Allá, en el Gigante de Arroyito, lo esperaría una persona que, de a poco, se transformaría en un inmenso soporte emocional y deportivo, el gran Pedro Marcheta, quien le daría una de las oportunidades más lindas de su vida, como la de debutar en la Primera de Rosario Central ante Gimnasia y Esgrima de Jujuy con tan sólo 19 años.

Su tren iba demasiado rápido y casi no podía disfrutar del paisaje, miles de imágenes nuevas y sensaciones disímiles para un niño que ya empezaba a volar muy alto.

Luego, la bendición de ser convocado entre miles de jugadores de su edad para integrar la delegación de argentinos que nos representaría en el Mundial Sub 20, que se realizaría en Qatar ese mismo año 95.

Julito y sus soledades en tierras tan lejanas y más de 35 millones de argentinos expectantes de él y sus compañeros. Un grupo de pequeños titanes comandados por el increíble Néstor José Pekerman, adentrados en una contienda que de a poco se transformaría en una gran hazaña en tierras asiáticas. El Vasco Irigoytia, Gastón Pezzuti, Juampi Sorín, Leo Biagini, Walter Coyette, Diego Crosa, Cristián Chaparro, Fede Domínguez, Cristian Díaz, Mariano Juan, el Caño Ibagaza, Gustavo Lombardi, el Tomatito Pena, Panchito Guerrero, Andrés Garrone, entre otros, dando una cátedra de fútbol a tan temprana edad, eliminando a dos de los candidatos como España y Brasil en la final, para coronarse campeones del mundo y tocar el cielo con las manos.
De allí las fotos más lindas, con el mejor paisaje, rodeado de triunfadores con la copa en sus manos y la tremenda ilusión de seguir en ascenso.

Pero allí el tren volvió a partir y esta vez Julito no pudo tomarlo, vaya a saber por qué maldito capricho del destino él perdió ese tren, el que debía llevarlo por una ruta panorámica y sin sobresaltos a conocer los mejores territorios del fútbol grande.
Y Julito se transformó en Julio ante la adversidad y volvió a desandar los caminos del interior en busca de ese tren que lo había dejado en aquella estación del 95.

Nunca bajó los brazos y se enarboló de esa humildad y sencillez que tienen los del interior, para amalgamarla con su coraje y actitud y dar pelea al fútbol de tantos equipos que esperan la gran oportunidad: Central Norte, Deportivo Armenio, El Porvenir, O`Higgins, Américo Tesorieri y los de su tierra natal, Catamarca, Salta Central, Obreros de San Isidro, Villa Dolores, San Martín del Bañado y su primer amor: Defensores del Norte.
Era increíble que Julito haya perdido ese tren cuando tenía sus boletos pagos. En qué maldito momento se olvidaron de él y de su talento para dejarlo tan sólo y tan distante de los suyos.

Lo ningunearon y hasta lo patearon en el suelo para darlo por muerto, pero la tremenda dignidad que tuvo para afrontar la vida lo hizo seguir adelante, peleándola como lo hacía en su juventud, a pura agallas y fortaleza, desparramando rivales por el andarivel derecho y llegando al fondo para servirles la jugada a los delanteros y abrazarse en un llanto sostenido de tantas emociones.
¡Salud, Julito Bayón!

Brindo por tu fortaleza, hermano, y por saber mantener la misma humildad en las alfombras de Qatar, como en los rosedales de la expista, allá donde iniciaste este increíble viaje hace ya tantos años.
Autor: POL
 

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