Desde 1869 hasta aquí, se realizaron nueve censos nacionales en la República Argentina. Uno a uno, el relevamiento demográfico fue tornándose cada vez más simple, porque si bien el trabajo se multiplicaba por la expansión demográfica, las sustanciales mejoras en la calidad de la comunicación, los caminos y la teconología permitían desplegar operativos más precisos y abarcativos, incluso más rápidos.
¿Cuántas localidades habrán sido fatalmente ignoradas en aquel primer censo realizado hace más de 140 años? ¿Cuántos meses habrán tardado en reunir toda la información disponible, si es que lograron reunirla?
Curiosamente, ahora que no existe dificultad alguna para compartir información instantánea entre personas que se encuentran, no ya en provincias, sino en continentes diferentes; un nuevo factor se impone como el mayor escollo para el gran censo: el miedo.
En esta Argentina de robos frecuentes, arrebatos, estafas callejeras y asaltos domiciliarios, la población comparte la misma inquietud ante la posibilidad de que los ladrones se hagan pasar por censistas para ingresar a sus hogares.
Un signo inequívoco de la inseguridad reinante, que muestra también el modo en que esa realidad afecta las relaciones sociales y modifica el habitual comportamiento de la comunidad.
El nuevo censo incorporará temáticas nunca antes abordadas, como el uso de computadoras, la diversidad sexual, etc. Pero si se tratara de conocer nuevos temores, no sería necesario indagar demasiado para saber la respuesta.