Violentos a sueldo

jueves, 21 de octubre de 2010 00:00
jueves, 21 de octubre de 2010 00:00

Explicar cómo un reclamo de trabajadores en tiempos de democracia puede culminar con la pérdida de vidas humanas, es una tarea imposible de llevar adelante si la mirada se circunscribe exclusivamente a los acontecimientos registrados el miércoles en el partido bonaerense de Avellaneda, cuando una protesta terminó con la muerte de Mariano Ferreyra y otras personas gravemente heridas.
Ocurre que este trágico episodio no tiene sus orígenes en las vías donde se desató la batalla, sino en los círculos dirigenciales del país, que desde hace décadas incorporaron grupos de choque que se mimetizan con sus seguidores, y son convocados según la ocasión.
Los trabajadores comunes y corrientes pueden estar conformes o disconformes con su situación, pueden también apoyar o participar de un reclamo, pero no salen a matar gente ni a romper instalaciones o cabezas.
Los delincuentes mercenarios, matones remunerados que se visten de sindicalistas para actuar vandálicamente, son los mismos que en otras ocasiones toman una camiseta de fútbol y actúan como “barrabravas”, o se mezclan en una fuerza política para controlar a la multitud en un acto.
Formar parte de un gremio, de un movimiento social o de una hinchada, no requiere la portación de armas de fuego. Quienes lo hacen cumplen otra función, para la cual se saben convenientemente protegidos.
La existencia de estos violentos a sueldo no es novedosa. Pero ciertamente indigna ver la forma en que los repudian y desconocen, cuando se exceden en algún hecho, los mismos que los alimentan... como si fueran inocentes espectadores de un problema ajeno.

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