La enorme cantidad de accidentes de tránsito que se registran en Catamarca representa uno de los problemas más serios que enfrenta la comunidad.
La constante pérdida de vidas humanas, los daños materiales, los gastos que se ocasionan al Estado y el modo en que se acaparan los servicios de los centros asistenciales públicos con víctimas de incidentes evitables, son sólo algunos de los muchos perjuicios que este drama genera.
Pero de un tiempo a esta parte, esta situación que es en sí misma delicada, sumó un agravante mayúsculo: el abandono de las personas accidentadas.
No se trata de una reacción aislada, de una persona que se asustó en el momento y se fue, sino de un comportamiento casi sistemático, que se observa todos los días en múltiples choques, en particular cuando intervienen una motocicleta y un rodado de mayor porte.
Toda persona que conduce un vehículo está expuesta a tener un accidente, por una falla mecánica, por una mala maniobra, por un momento de distracción o incluso por una imprudencia o error de otro conductor. Puede sucederle a cualquiera. Pero lastimar a otra persona y dejarla librada a su suerte en la calle, aún sabiendo que de la asistencia inmediata puede depender su vida, es un gesto inhumano que no puede aceptarse.
Se dice en estos casos que el protagonista del accidente se fuga, pero no es posible. Podrá en el mejor de los casos eludir responsabilidades sociales y costos legales, pero no escapar del peso de conciencia por una actitud tan cruel como abandonar a una persona herida.