Los resultados provisorios del Censo realizado la semana pasada indican que Catamarca tiene 400.000 habitantes, con un crecimiento estimado en el orden del 17 por ciento con respecto a los resultados del Censo 2001.
El crecimiento demográfico parece encuadrarse dentro de los parámetros normales, ya que en primera instancia no surgen señales de que se haya advertido ningún movimiento extraordinario.
Sin embargo, la expansión y crecimiento de la población catamarqueña tienen un matiz singular, y es el desorden y la falta de planificación estructural, algo que se percibe cotidianamente y con total nitidez en el Valle Central, donde se concentra la mayor parte de la gente.
Ocurre que las cifras que hoy sugieren un incremento razonable y gradual de la cantidad de habitantes sufrieron en realidad una auténtica explosión en poco tiempo. El ritmo sostenido, que caracterizó esta zona por siglos, se alteró sustancialmente a fines del siglo pasado, y nunca se logró reacomodar el sistema, fundamentalmente de los servicios públicos.
El Censo de 1980 determinó que Catamarca tenía 207.717 habitantes, de modo que la población prácticamente se duplicó en apenas 30 años. Es una enormidad... a modo comparativo, puede recordarse que en 1980 Argentina tenía 27,9 millones de habitantes, de modo que a la velocidad de Catamarca hoy debería rondar los 56 millones, y apenas supera los 40.
La pregunta es ¿la generación de energía eléctrica, las fuentes de agua potable, las vías de circulación urbana, las redes cloacales, los servicios sanitarios, etc., también se duplicaron en los últimos 30 años?
La respuesta es negativa, y explica muchos de los males que padecemos por estos días.
La misma crisis se expresa en materia de empleo, con un Estado que ya no puede absorber más agentes, y un sector privado que se desarrolló de modo mucho más lento que la población. Un realidad que describe la esencia del mayor desafío que espera a los futuros gobernantes.