Menos de cinco meses nos separan de 2011, un año en cuya agenda sobresalen claramente las elecciones generales, que servirán para renovar autoridades ejecutivas y legislativas en todo el país.
La elección del Presidente a nivel nacional, y del Gobernador a nivel provincial, desvelan a toda la dirigencia política, que ya está concentrada de lleno en la lucha por las candidaturas.
Las batallas internas, la ardua tarea de tejer y destejer alianzas, los acercamientos y distanciamientos con extrapartidarios, son la moneda corriente en una etapa que muestra como eje esencial la definición de los nombres que pugnarán por los cargos más altos.
El interés de los dirigentes parece limitado a este punto. Son ellos los primeros en personalizar la cuestión, porque no hablan de otro tema, posiblemente porque comprenden que su futuro inmediato se resolverá según el espacio que obtengan en este tramo preelectoral.
Todas las aspiraciones son legítimas, pero se advierte en la lucha un gran ausente, que es el ciudadano común. Los políticos discuten sobre su propia pulseada, sin dedicar mayor atención al electorado.
Para modificar esa postura, un buen método sería que expliquen para qué quieren gobernar. Qué piensan hacer con la inseguridad, el desempleo, la educación, la salud, la minería, el turismo, etc.
Las viejas plataformas políticas, esencia de toda candidatura, hoy son vistas como un accesorio poco atractivo detrás del marketing de campaña. Cuando debería ser exactamente al revés.