En un nuevo aniversario del nacimiento de Jorge Luis Borges, la ocasión invita a reflexionar sobre las campañas de promoción de la lectura, que tuvieron ayer una jornada especial en la provincia a través de la “maratón” que se desarrolló en todas las escuelas catamarqueñas.
Maestros leyéndoles a sus alumnos, padres que se acercaron a las aulas para compartir un cuento con los niños, y chicos de todos los niveles llevando cuentos, fábulas y ensayos a sus escuelas, dieron un matiz especial a cada establecimiento.
La experiencia fue indudablemente positiva y enriquecedora. No podría ser de otra manera tratándose de una causa tan noble como la de intentar acercar a los pequeños al fascinante mundo de los libros.
Pero genera una pizca de nostalgia por una cuestión evidente: si es necesario movilizar los estamentos oficiales a través de campañas, alterando la rutina de docentes, padres y alumnos para que los niños dediquen un momento de atención a los libros en la escuela, quiere decir que la lectura ha perdido ya la presencia que lució extraordinariamente en la jornada de ayer.
Quizás sobreviva algún chico que prefiera leer a la PlayStation, pero no conviene engañarse: la lectura no está entre las preferencias infantiles.
Borges era profesor de literatura inglesa, y decía a sus alumnos: “Si un libro no les gusta no lo lean, porque hablar de lectura obligatoria es como hablar de felicidad obligatoria”.
Enseñemos a los chicos a querer los libros, y después leerán solos. Sin imposiciones, pero invitándolos, como se hizo ayer en tantas instituciones y hogares.