Editorial

Ver sin mirar

El trabajo infantil, de a poco, se va naturalizando en nuestra sociedad.
domingo, 12 de septiembre de 2010 00:00
domingo, 12 de septiembre de 2010 00:00

Las sucesivas crisis económicas, la desigualdad social, la explosión demográfica y el desempleo son los factores que asoman automáticamente cuando se estudia la problemática del trabajo infantil, un flagelo de raíz económica y social.
Sin embargo, un informe publicado por El Esquiu.com revela que a esas variables numéricas y financieras se agrega otra menos evidente, pero tan peligrosa como las primeras: la indiferencia.
Los especialistas definen al fenómeno como “naturalización”, y consiste en la aceptación inconsciente de una realidad nociva y antinatural.
La imagen de niños pequeños mendigando o trabajando, a fuerza de repetición, se incorporaron al universo visual de los catamarqueños, que no sólo dejaron de sorprenderse, sino que terminaron por aceptar el trabajo infantil como un elemento más de la vida cotidiana.
El individualismo que lógicamente crece en tiempos en que la propia subsistencia se impone a cualquier premisa solidaria, ante la ausencia de proyectos colectivos y propósitos comunes, conduce también a estas indeseadas consecuencias.
Por cierto, no es este comportamiento el que genera el trabajo y la explotación infantil, dramas con motores mucho más profundos y complejos.
Pero el hecho de que semejante injusticia se cometa sin movilizar reacción alguna es un signo de retroceso alarmante, que como comunidad nos obliga a replantearnos actitudes y preguntarnos si no es tiempo de corregir el rumbo.

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