Si de conciencia ecológica y cuidado del medio ambiente se trata, es insuficiente decir que los catamarqueños estamos atrasados, porque en realidad nos encontramos en la prehistoria de la protección de nuestra tierra.
Aunque el tema de la contaminación se menciona con relativa frecuencia, en particular cuando se analiza el impacto de los emprendimientos de explotación minera, el signo más negativo es que la mayoría de los habitantes de la provincia considera la cuestión como algo ajeno a su alcance y a su realidad inmediata.
De esta manera, pueden encontrarse adhesiones en acontecimientos sociales promovidos en nombre de la ecología, como recitales o cruzadas que propongan apagar luces algunos minutos para ahorrar energía, pero son muy pocos quienes modifican sus rutinas habituales para cuidar el medio ambiente.
Recientemente se aprobó la ordenanza que obliga a sustituir las bolsas de nylon por otras de material recicable, una iniciativa que periódicamente se revitaliza, y que sin embargo jamás se aplica.
La idea de clasificar los residuos en envases de distinos colores según su nivel de degradación, también se perdió en el tiempo.
¿Cómo puede imaginarse que los catamarqueños tomaremos semejante recaudo con los desperdicios, como clasificarlos en bolsas de distintos colores, cuando todavía no aprendimos que no se deben acumular basurales en la esquina más próxima?
Existe un problema de educación muy grande, porque la única preocupación general es retirar los deshechos de cada casa, y nadie comprende que habitamos todos una misma casa, la única que heredarán nuestros hijos y nietos.