El senador nacional Oscar Castillo logró ubicar su nombre en tapas de diarios y titulares de noticieros radiales y televisivos. En esta oportunidad lo hizo formulando denuncias contra el ministro de Gobierno Francisco Gordillo y del jefe de Policía Juan Palomeque. Este hecho motivó elogios y reprobaciones, más allá del contenido de sus declaraciones, por lo que se considera su habilidad política. Ya antes se ubicó como protagonista de noticias en relación con la posible alianza con Mauricio Macri de cara a las elecciones de 2013.
Desde que le cediera el protagonismo a Brizuela del Moral –motivado por la mala imagen que le daban las encuestas- eligió acovacharse en el Senado, con un bajo perfil. Antes de las elecciones de marzo de 2011 intentó reubicarse en el mapa político local, pero los acuerdos entre el exgobernador, el exintendente de la Capital y otros conspicuos dirigentes de entonces, no le dieron ni un resquicio. Entonces, tiró dardos contra sus propias filas para enojo de radicales y aliados del Frente Cívico y Social. Y, según las malas lenguas, casi celebró el triunfo de Lucía Corpacci.
Pareciera que el cuadro de situación que se planteó fue que era mejor recuperar el espacio político como el adalid de los opositores, que desde el fondo del FCyS adonde fue a parar por sus años sabáticos en el Senado, y por la marginación en la que quisieron mantenerlo sus correligionarios.
En este contexto se entiende que esté diseñando su gran vuelta al ruedo, aliándose con Macri y tirando bombas periodísticas contra funcionarios de gobierno. Si hay descontentos con la actual gestión, con estos gestos querrá sumar adhesiones. Esa sería su habilidad.
Pero en sus declaraciones mostró que hay líneas de la Policía –esas que no quieren la nueva ley de Seguridad- que siguen estrechamente vinculadas con el radicalismo, que quiere evitar que esa norma se sancione. Y es a este punto donde debemos mirar.