Editorial

Maleducados

lunes, 26 de noviembre de 2012 00:00
lunes, 26 de noviembre de 2012 00:00

Cada vez que se aproxima el final del ciclo lectivo, las autoridades educativas comprenden que los objetivos propuestos lejos están de haberse cumplido y entonces se anuncian medidas para el siguiente período, para alcanzar metas prefijadas.
El año pasado, cuando aún no había asumido sus funciones la actual ministra de Educación, María Julia Acosta, anunció que para este 2012 se cumplirían los 190 días de clases que recomienda el Consejo Federal de Educación. Sin embargo, una rápida consulta a directivos y docentes de distintas escuelas, indica que este año no se llegó ni siquiera a los 180 que marca la ley. Y en algunos establecimientos, ni a 150.
Cuando se habla de las razones por las que no se alcanzan los días programados, se hace hincapié en los paros docentes y en los feriados que hay durante el año. Pero también, quienes están preocupados por la educación señalan otros aspectos que se repiten con alarmante frecuencia: cantidad de días en que los alumnos son enviados de vuelta a su casa porque faltó la maestra y nadie se hace cargo del grado o porque no hay agua; cantidad de días sin clases por jornadas institucionales, actos, celebraciones religiosas, capacitaciones, etc. Y en el nivel secundario, en algunas materias, además de lo ya apuntado, se podría señalar el ausentismo de algunos docentes, que se puede medir por el programa dictado. Habría casos en que apenas se llega al 40% de las clases que correspondían en el año.
Cuestiones edilicias y de infraestructura, como la cantidad de alumnos por grado que suele ser mayor de la recomendable, didácticamente hablando, también atentan contra la calidad educativa.
Si a todo esto le sumamos problemas de fondo respecto a contenidos, métodos y el ejercicio del pensamiento, tenemos sobradas razones para estar preocupados por el sistema educativo, cuyas mejoras exceden el fijar un determinado número de días de clases.
 

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