La mejora de los servicios públicos, que fue promesa de campaña del gobierno de Corpacci, es lo que los ciudadanos deben esperar. Milagros no. Aceptando estas premisas hay que decir que las cosas han mejorado en relación con lo que se ofrecía durante el gobierno anterior, cuando los servicios llegaron a tocar fondo. Faltaba un tercio de la capacidad energética que el actual gobierno, en acuerdo con la Nación, ha compensado y con el cual pudo pasar el veranos 2011-2012 y lo está haciendo en este 2012-2013. Con sólo decir que la temperatura del lunes orilló los 46 grados y hubo escasa cantidad de cortes, estamos pintando un cuadro muy distinto del que solían apreciar -y sufrir- los catamarqueños.

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La provisión de agua potable es un verdadero caos. Hoy, ayer y siempre. La UCR, que gobernó nada menos que veinte años la provincia, sabía hacia 2000 que si no se realizaban inversiones la cosa, al ritmo del crecimiento poblacional y de la explosión en materia de viviendas, se encaminaba hacia el caos que estamos señalando. ¿Por qué referenciamos 2000? Es que por ese entonces se privatizó el servicio, pero los concesionarios españoles se fueron sin poder revertir mínimamente las falencias en la prestación. Allí surgió la imperiosa necesidad de obras. Hasta la fecha no hay ninguna. Apenas está el acueducto Pirquitas-Capital, un escándalo de intereses cruzados que va a terminar el nuevo gobierno.

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Aparte de los faltantes de energía y agua, en los últimos ocho años -en coincidencia con el período que le tocó gobernar a Brizuela del Moral- tampoco se realizó una sola conexión de gas. Cualquier emprendimiento inmobiliario, a diferencia de otras provincias, no incluía este servicio esencial. Por ello los anuncios de la gobernadora, en el sentido de que en 2013 se habilitarán la línea energética San Martín-Divisadero y el gasoducto Chumbicha-Catamarca, representan anuncios valorables. Aparte, echa por tierras voces apocalípticas que dicen que las cosas están igual que antes.