Editorial

Cómplices

miércoles, 12 de diciembre de 2012 00:00
miércoles, 12 de diciembre de 2012 00:00

La absolución de los trece imputados en el controvertido caso “Marita” Verón reveló una vez más que la Argentina continúa viviendo, sumisa, a la voluntad de mafias que desde hace décadas infestaron todas las instituciones. Y que cada tanto, como en la noche del martes, nos recuerdan que conservan buena parte del poder, esa que impide errdicarlo. Aún hoy cuando en todo el país se ha avanzado como nunca antes en la lucha contra la trata de personas y la esclavitud sexual, los intereses y millonarios negocios que dependen de esta actividad criminal hacen que muchos de los que se escandalizaron por el fallo judicial tengan buena cuota de responsabilidad.
Fue un golpe artero al corazón de una mujer, una madre que se construyó una coraza a lo largo de diez años en los que en la desesperada y heroica búsqueda de su hija, supo y conoció que había miles y miles de “Maritas” por todo el país esclavizadas ante los ojos de todo el mundo y víctimas de la violación sistemática de todos y cada uno de los Derechos Humanos.
Marita no apareció ni viva ni muerta, aunque sí se pudo saber por qué circuitos fue llevada y qué personas pudieron ser señaladas como autoras de su secuestro y prostitución. La absolución de los acusados dejó destrozados no sólo a los familiares de Marita, sino a todos cuantos luchan por la dignidad de las personas y en contra de que éstas sean objetos de comercialización.
No hubo pruebas, dijeron los tres jueces. Diez años después del secuestro de una joven que la Justicia diga que no hubo pruebas para expedirse con certeza sobre la culpabilidad de los imputados no hace más que teñir de sospechas el accionar de todos y cada uno de los funcionarios policiales y judiciales que investigaron el caso; y sobre los que ahora se concentrará el foco de la opinión pública y los dedos acusadores. Mientras tanto, habrá y seguirá habiendo explotación sexual en cada una de las “whiskerías” –absurdo eufemismo para evitar nombrar a los prostíbulos- que pululan hasta en el más pequeño de los pueblos. Y con los que convivimos; y hasta a veces convertimos en leyenda y en parte de nuestra historia.
Hoy más que nunca, hacen falta más que declaraciones y expresiones de bronca. Por acción u omisión de gobernantes, legisladores, jueces, policías, profesionales que trabajan como auxiliares de la Justicia, entre otros sectores, este perverso negocio sigue existiendo. Pero culpar sólo a funcionarios no nos libera de la complicidad que genera la indiferencia.

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