La absolución de los imputados por la desaparición de Marita Verón tuvo los efectos políticos de una bomba neutrónica. Hubo repudios generalizados, marchas en todo el país, disturbios mayúsculos en la Capital Federal, policías heridos, militantes de izquierda detenidos, acusaciones entre funcionarios, polémicas declaraciones de la presidenta de la Nación, inclusión de la ley de trata en sesiones extraordinarias y “marquetineros” dichos opositores. También hubo disparates que involucraron a Catamarca y a hechos que sucedieron hace 22 años atrás, cuando se produjo la muerte de María Soledad Morales. Dos de los que alcanzamos a anotar pertenecen nada menos que a legisladoras nacionales: Patricia Bullrich y Norma Morandini.

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La primera de ellas, exfuncionaria de De la Rúa y aliada de Lilita Carrió, dijo que la situación que se vive en Tucumán es bastante parecida a la Catamarca de los ‘90, por lo que habría que terminar con el feudalismo y la corrupción policial para conseguir los avances que se lograron. ¿Cuáles fueron esos avances? ¿El crecimiento de la droga, de la prostitución, de las madres solteras, de los delitos, de los crímenes no resueltos, de los nepotismos, del cambio de los señores feudales, etc, etc? Políticos como Bull-rich, que hablan por hablar, muchas veces son peores que los destinatarios de sus críticas.

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Y la inefable Norma Morandini, hoy senadora nacional, fue más lejos aún. Dijo, sin ponerse colorada, que gracias a la televisión se pudo enderezar el Caso Morales y cambiar un tribunal cuyos integrantes se hacían señas, como si acaso hacerse señas estuviese estuviera prohibido o fuera delito. A nadie deberían extrañar las falacias argumentales de esta señora que, con solo un día de permanencia en Catamarca, se dio el lujo de escribir un libro sobre el Caso Morales. No le hizo falta investigar nada ni hacer aporte del más mínimo rigor informativo. Con el relato oficial de los medios metropolitanos le alcanzaba para cualquier aventura.