Tiene razón Ángel Mercado al apuntar que la gobernadora es mujer calma y austera, pero de actuar con firmeza cuando hace falta. La metáfora “guantes de seda y puño de acero” que utilizó el ministro para caracterizarla, se acomoda perfectamente a su naturaleza. Además hay que reconocerle convicciones profundas, las que supo exhibir cuando ejerció, entre 2007 y 2009, la vicegobernación. Entonces, sin más apoyo que el de su propio entorno, no se dejó llevar por delante por las críticas de sectores radicales, de los propios peronistas y hasta de una prensa hostil con su figura. En aquella oportunidad, sin vueltas, textualmente supo afirmar “no acepto extorsiones ni chantajes….pueden decir lo que quieran de mí. Ni siquiera voy a responder”. Más clarito que eso en términos de convicciones….

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Esta semana exhumó aquellos principios. Así como demostró que respaldará “a capa y espada” a cada miembro de su gestión frente a los embates externos, tampoco permitirá rencillas dentro del gabinete, mucho menos si toman estado público. Algo de esto ha ocurrido con Mario Mayorga, a quien le extendió todo un crédito para que desarrollara sus capacidades, pero lamentablemente el abogado se trenzó en estériles e inconducentes disputas. Una de ellas la tuvo -directa o indirectamente- con Marcos Denett, su antecesor en el cargo de fiscal de Estado. Se molestó y habló de más, pero aparte hizo movimientos que hubieran conducido a producir mayor descalabro dentro del equipo de gobierno. Allí fue cuando Lucía lo frenó en seco y lo desplazó de sus cargos.

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La intención de Mayorga habría sido hacer “limpieza general” en el área que supo ocupar Denett. Esto es, separar a todos los abogados y a los funcionarios designados por Denett -entre ellos su esposa- que tienen cargo de asesores. El experimentado abogado consideraba que si se trataba de cargos políticos, debían haber partido con el funcionario, tal como lo hizo el exdiputado Sáenz, quien presentó la renuncia en forma inmediata.