Editorial

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domingo, 23 de diciembre de 2012 00:00
domingo, 23 de diciembre de 2012 00:00

El concepto de ciudadanía que no se deja ceñir por la frialdad del Derecho, es aquél que se deja enriquecer por la idea de fraternidad y cordialidad.
Es cierto que hay quienes invocan la fraternidad como la promoción de acciones benéficas, pero sin conciencia crítica de las razones por las cuales los más desposeídos se encuentran en esa situación y casi la confunden con una filantropía sin voluntad de transformación.
Pero la fraternidad que sostiene a la ciudadanía promueve no sólo la asistencia social, sino también las conquistas de derechos, para que los más desprotegidos de la sociedad accedan al desarrollo humano y no sólo reciban un auxilio momentáneo.
Asimismo es necesario decir que bajo el pretexto de una construcción ciudadana con derechos civiles y políticos, también hay quienes dejan de lado el vínculo de hermandad que nos une a las demás personas y que nos obliga más con los que sufren. Se convierten en teóricos que desestiman todo auxilio al necesitado.
“Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste. Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí me lo hiciste”, dice Jesús al hablar del Juicio Final, en el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo.
Cuántas personas que nos rodean precisan no sólo ayuda material sino también espiritual, afectiva; quieren ser escuchadas, acompañadas, cuidadas.
La Navidad recuerda con mayor intensidad que Dios siempre se hace presente en nuestras vidas, de distintas formas, en particular a través de los más pobres, abandonados, solos.
A las puertas de un nuevo año podemos renovar el compromiso de vivir cada día más fraternamente, aportando ideas, tiempo y acciones para el bien común, dejando de lado el individualismo que solamente busca logros personales, familiares o de grupos.
Sólo entonces, podremos merecernos una radiante Nochebuena, una feliz Navidad y un 2013 mejor para todos.
 

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