En 2003, los catamarqueños fueron convocados cuatro veces a las urnas: los fallidos comicios provinciales del 2 de marzo (con urnas incendiadas); la presidencial del 27 de abril, que llevó al sillón de Rivadavia a Néstor Kirchner; las provinciales del 24 de agosto (dando continuidad a las suspendidas del 2 de marzo), por la que accedió a la gobernación -por primera vez- Eduardo Brizuela del Moral, y las del 26 de octubre, en las que fueron elegidos senadores nacionales a Oscar Castillo, Marita Colombo y Ramón Saadi, y diputados nacionales Guillermo de la Barrera y Lucía Garín de Tula.
De haberse dado la segunda vuelta para las presidenciales, hubiese habido una quinta elección el 18 de mayo de 2003, pero Menem declinó su postulación dejando así la vía expedita para que el 25 de mayo asumiera Kirchner.
Ese año se vio seriamente afectada en su normal desarrollo no sólo la actividad pública, sino también la privada. Apenas concluía una campaña proselitista comenzaba la siguiente. Esto implicó costos burocráticos (en el funcionamiento de la Justicia electoral), de organización, publicitarios, de tiempos y por lo tanto sociales, porque si bien hubo ayudas materiales a necesitados, el habitual funcionamiento de las instituciones se vio obstruido.
Aquella experiencia ahondó el debate respecto de la conveniencia de convocar a elecciones desdobladas. Quienes estaban a favor indicaban que la celebración de elecciones provinciales separadas de las nacionales fortalecía la autonomía local. Las voces en contra indicaban que al contrario, al ser únicas en el país en una fecha de marzo, daban lugar a una “invasión” de políticos y medios de comunicación con intereses ajenos a la realidad provincial. Pocos hablaban de la multiplicación de costos, que también debía tenerse en cuenta.
Sectores que se beneficiaban con el desdoblamiento percibirán como perjudicial la unificación de los comicios de 2013 en Catamarca, pero atendiendo al bien común, sería una decisión conveniente. El tiempo lo dirá.