El precario estado de salud de una chiquita que llegó al Hospital de Niños con un shock séptico y que necesitaba transfusión de glóbulos rojos y plaquetas, puso de relieve dos realidades opuestas, una para elogiar y otra para lamentar.
La tapa de nuestra edición de ayer destacó el gesto solidario de profesionales de la salud que fueron más allá de sus obligaciones para socorrer a una pequeña y salvarle la vida. Los enfermeros Celeste Arroyo y Ramón Aybar, y la médica Clara Vega de la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos (UCIP) donaron sangre para ayudar a Marisol Aybar a recuperar su salud.
Este diario experimentó una particular satisfacción con esa noticia por cuanto en mayo último, al entregar los Premios Esquiú a quienes se destacaron por realizar sus tareas con esfuerzo y vocación, reconoció a los profesionales de la UCIP porque prestan un servicio difícil como pocos y lo hacen con total entrega. El gesto que ahora se resalta, forma parte de esa cotidiana abnegación.
Como contracara de esta realidad, el delicado estado de la pequeña Marisol evidenció la carencia de sangre en el banco del hospital. Faltan donantes.
El 14 de junio de cada año se celebra el Día Internacional del Donante de Sangre, aunque todavía con escasa repercusión, para despertar la conciencia ciudadana acerca de este acto altruista. Cuando una persona pierde sangre en gran cantidad por un accidente o una operación, o tiene problemas de salud, es altamente probable que necesite una transfusión de sangre. Como la sangre humana es una sustancia que hasta ahora no se puede sintetizar, es necesario extraerla de otra persona, es decir, un donante de sangre.
Si todos cuantos pueden ser dadores aportaran con periodicidad, el banco de sangre de cada nosocomio podría asistir a los pacientes sin pasar por situaciones límites como la vivida.
Hagamos efectivos los augurios de amor y paz que se intercambian estos días.