“Palos en la rueda” al por mayor

viernes, 7 de diciembre de 2012 00:00
viernes, 7 de diciembre de 2012 00:00

Don Arnoldo Castillo, en su calidad de gobernador de la democracia (1991-1999), solía utilizar la metáfora del título con bastante frecuencia. Lo hacía para justificar cualquier acto de su gobierno que podía ser objeto de un atisbo de crítica.
Sus aciertos, por supuesto, le pertenecían. Pero los errores, omisiones o eventualidades, o todos juntos, eran culpa exclusiva de los peronistas, a los que acusaba de “poner palos en la rueda” de la mañana a la noche. La “perrada”, como despectivamente le llamaba a la escuálida representación peronista, durante años no lograba entender muy bien el discurso que, aparentemente sin motivo, la aludía.
¿Cómo complicar al gobierno arnoldista si en ninguna de las cámaras legislativa aquella “perrada” tenía mayoría, la Justicia le pertenecía a sus contrincantes, las instituciones sociales jugaban con los radicales y la conducción nacional consideraba a los peronistas como parias sin destino? ¿Por qué entonces este gobernador campechano y de lengua filosa le enrostraba cargos de los que -no porque fueran buenos, sino porque directamente no podían ser malos- teóricamente eran inocentes?
Lo del extinto Castillo, en realidad, fue un método que tuvo resultados prodigiosos para el Frente Cívico. Aparte de la adhesión propia, que era alta, Arnoldo le recordaba siempre -con lo de “los palos…”- a la ciudadanía que aquellos caninos de la política eran personajes malignos. De esa forma se convertía en víctima y forjó un plan que prácticamente calcaron sus sucesores del mismo bando: su hijo Oscar y más tarde Brizuela del Moral. Todos, en su momento, lloraron como “magdalenas” y consiguieron la compasión del pueblo, hasta que este soberano de sensibilidades cambiantes no les creyó más y les quitó el poder.

Un proceder distinto

Lejos de aplicar el lenguaje de las apariencias, la gobernadora Lucía Corpacci prefiere comunicarse con el pueblo a través de la sinceridad. Reconoce los errores propios antes que inculpar a los adversarios y a las cosas positivas las celebra con la austeridad que exigen tiempos difíciles.
Esta medianoche habrá de cumplir el primero de los cuatro años de mandato que el pueblo le confió el 13 de marzo de 2011. El balance de los agitados 365 días que han pasado contiene aciertos que no se notan tanto, errores que algunos interesados -directos o indirectos- magnifican pero, por encima de ellos, hay que destacar el escenario de tragedia en que le tocó gobernar.
A diferencia de Arnoldo Castillo, que se quejaba de la abundancia y la tranquilidad con la que gobernó, Lucía Corpacci sí que tiene motivos para lidiar con los “palos en la rueda”. Los que estaban puestos antes de asumir y los que le fueron fabricando en este primer año.
No hubo prácticamente un día de su gestión que no se haya visto sorprendida y hasta desbordada por problemas y prácticas prefabricadas por quienes le dejaron “la provincia en llamas” y, por si fuera poco, le jugaron en contra con los mecanismos institucionales que supieron crear durante dos décadas.
Hacer un balance de gestión de apenas un año sin considerar los veinte del Frente Cívico o eludir el plan sistemático pergeñado por Brizuela del Moral durante la transición es cometer, mucho más que un error, una injusticia nacida en la mala intención.

Arranque tormentoso

Antes y después de los fastos de la trasmisión del mando, que no duraron más que 24 horas, la gobernadora debió tener conciencia de lo que venía. Los “palos en la rueda” iban a ser muchos más de los que medianamente esperaba.
Antes de aquel 9 de diciembre de 2011, en que se calzó los atributos de mando, ya había dudas sobre si podía pagar el primer sueldo o el aguinaldo a los empleados públicos, cuyo número trepó en cifras cercanas a los 10.000 con el último decreto brizuelista.
Tampoco se sabía si los servicios públicos, especialmente la energía, iban a poder funcionar en el verano 2011-2012.Faltaba por lo menos un tercio de potencia para soportar mínimamente la demanda de aquel entonces.
Un símbolo de aquella maquiavélica entrega del poder fue una asonada de vecinos de la zona norte de la ciudad que, a días de la asunción, hicieron una manifestación nocturna frente a la casa de la mandataria. Lo repetimos: habían pasado sólo días del cambio de gobierno y aparecía el primero de los piquetes. Al de la falta de energía le seguirían los de quienes reclamaban viviendas, colchones, chapas, alimentos, letrinas, bolsones, mejoramientos habitacionales, luz domiciliaria, seguridad en el centro y en los barrios, subsidios y hasta la justicia que no habían conseguido en el tiempo previo.
Injusticias ancestrales en la entrega de viviendas le explotaron en la mesa de la flamante gobernadora. Una mujer, en el colmo de la desesperación, se quemó a lo Bonzo y terminó sus pesadillas en el hospital, al que concurrió presta Lucía para comprobar el drama que vivían los pobres, indigentes, excluidos y marginados sociales de la provincia que iba a conducir.
A los dos meses, una revuelta popular perfectamente organizada en la zona norte de la ciudad terminó con serios incidentes, una comisaría destrozada, vehículos dañados, heridos y contusos. El motivo -más bien dicho el pretexto- de los revoltosos era reclamar justicia por la muerte de un joven en una comisaría, lo que pudo ser totalmente procedente entre los familiares. Los demás no demostraron estar condolidos, sino dispuestos a dañar y desestabilizar al gobierno.

La única verdad es la realidad

No hay que dar demasiadas vueltas para llegar a las conclusiones del primer año de gobierno.
Lucía Corpacci es la jefa del Poder Ejecutivo, pero gobierna -como corresponde en democracia- con los poderes Legislativo y Judicial.
En el primero apenas se defiende. En la Cámara de Diputados, donde los opositores reclaman cosas que nunca ejecutaron en veinte años, abundan exigencias desmedidas y pedidos de informe de quienes, más allá de los derechos que tienen como representantes del pueblo, carecen de autoridad moral para hacerlo.
En la Cámara de Senadores las cosas son más complicadas aún. Allí naufragan iniciativas fundamentales del gobierno -como las leyes de Seguridad y Educación- y se colocan “otros palos” en la rueda de la política. Por ejemplo, rechazaron con argumentos baladíes el pedido de un fiscal de Estado de su preferencia, abriendo un conflicto que, si existieran ánimos de colaborar, bien se podía evitar.
De la Justicia lo dijimos todo. Moldeada por la Intervención Federal y la UCR, y con una Corte enteramente partidaria y apoyada sin disimulos por un diario del medio, resultaría muy extraño que se vaya a preocupar por los desvelos de la gobernadora. De hecho, cuando fue el “motín norteño” o hubo ruidos antimineros, este poder del Estado se corrió sin reparar en sus propias responsabilidades.
En medio de todos “los contras”, a su debido momento surgió la figura del senador Castillo como “prenda de paz” y “colaborador” del nuevo gobierno, especialmente en lo que atañe a los temas judiciales y a los que debía operar la Cámara de Senadores. Lo que hizo a lo largo del año (aparte de sellar un acuerdo con el mismo medio que apoya a la Corte) es para recordar aquella frase popular “con amigos así… no hacen falta enemigos”.

“Mucho por hacer”

A pesar de las borrascas que intentan mellarle su base de sustentación, la gobernadora tiene claros varios conceptos que alientan su romance con la gente. No ofende a nadie, deja de lado los dardos envenenados, ha respetado a todos los catamarqueños por igual y descree de las historias mediáticas que no tienen sustento. Se ha preocupado por combatir la usura que enflaquece los bolsillos de los empleados, ha realizado avances importantes en los servicios públicos -están mucho mejor que en las épocas de Taselli o el Frente Cívico-, se preocupa por desbaratar tentaciones corruptas y, mientras despeja el camino hacia el segundo año de mandato, administra de la mejor forma el dinero de la provincia. No hay desfalcos, proveedores truchos, empresas acomodadas, compras irregulares, etc.
A algunas figuras estelares de la política, como Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri, Daniel Scioli, Hermes Binner o muchos gobernadores, con frecuencia, se les escucha decir “queda mucho por hacer”. El caso de Catamarca es distinto: “queda casi todo por hacer”. Hasta cambiar la cultura clientelar que desacelera cualquier avance.
Lucía Corpacci termina hoy el primer año de mandato. No fue un lecho de rosas ni cosa que se parezca. Le esperan duras batallas, iguales o peores que las de 2012, pero tiene una gran ventaja. Sabe perfectamente quiénes son los amigos y enemigos de su gestión. Y también sabe lo de “los palos en la rueda”, muy distintos de los que se quejaba don Arnoldo. Es que éstos son de verdad.
 

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