El requerimiento de informes sobre el paradero de Lucía Corpacci, solicitado por el senador Ricardo Boggio, es procedente y se ajusta a lo normado por la Constitución, la que indica que un permiso superior a los 15 días debe ser autorizado por la Legislatura y estar justificados los motivos de la ausencia. Es bueno que se respete la Constitución, pero lo que lamentamos es el acto de discriminación que ha cometido el representante de Ancasti y quienes aprobaron el proyecto al pedirle a Lucía lo que jamás le solicitaron a Arnoldo Castillo, Oscar Castillo y Eduardo Brizuela del Moral. Si lo hubieran hecho antes, nadie podría acusarlos porque la ley vale para todos.

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La UCR sufre el desgaste natural de haber gobernado Catamarca durante cinco mandatos. Cada cosa que reclama tiene una respuesta inmediata en el registro de sus propias actuaciones, las que no se caracterizan precisamente por su asepsia institucional. Por ello este pedido, acompañado de inaceptables ironías, se parece mucho más a un golpe bajo que a un interés real por conocer dónde está y qué hace la mandataria.

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El acto de discriminación cometido por Boggio y compañía, por otra parte, obliga a comparar las características de trabajo de Lucía Corpacci con el último gobernador, Eduardo Brizuela, quien batió todos los récords de viajes entre los gobernadores desde 1983 a la fecha. Incluso le ganó a Saadi, que vivía más en Buenos Aires que en Catamarca. Pero no solamente eso: a Brizuela se lo veía, de vez en cuando, por Casa de Gobierno y siempre tarde. Incluso se hizo famoso por practicar siestas poco frecuentes en personas normales. La actual gobernadora es el reverso de la moneda en este sentido. Todo el mundo sabe que funciona desde las 7 de la mañana y trabaja prácticamente todo el día, con sábados y domingos incluidos. Pedirle cuentas de ello es casi una irreverencia, pero bueno, los legisladores están en su derecho de hacerlo, aunque, a sabiendas, pequen de incoherentes.