La droga y las miserias humanas

viernes, 11 de octubre de 2013 00:00
viernes, 11 de octubre de 2013 00:00

Los efectos neutrónicos que la droga produce en púberes, jóvenes y adultos virtualmente interrumpieron la campaña política. Dos crímenes horrendos, como tantos otros que todavía no han sido esclarecidos por la Justicia, frenaron -en alguna medida- los quehaceres proselitistas y produjeron fuertes impactos.
Al asesinato de Celeste Moreno, el viernes 4 del corriente, le siguió el lunes 7 el de María del Valle Condorí. A la primera, una jovencita de apenas 20 años, la tiraron en cercanías de La Gruta. A María la encontraron semidesnuda entre los matorrales aledaños al club Sarmiento. En ambos casos, hay señales inequívocas de que estuvo presente la droga.
Todo el arco político, consternado por los graves sucesos, salió a opinar. El secretario de Seguridad, antes de presentar la renuncia que no le aceptaron, confesó que la sociedad está ganada por el pánico y a la gobernadora se le terminó la paciencia: liquidó a una cúpula policial que, mientras duró, no consiguió buenos resultados.
Complementariamente hubo una marcha en medio de la semana para clamar por seguridad y, en forma espontánea, los unos y los otros coincidieron que los ciudadanos se encuentran en estado de indefensión.

Más droga que inseguridad

No hace mucho hablamos del tema. Exactamente tres semanas atrás, desde esta misma Bancada Periodística, pedíamos que tanto oficialismo como oposición no hicieran política con la droga. Referíamos que se trata de una cuestión peligrosa que puede volverse en contra de cualquiera, sea del partido que sea o de la condición que la vida le haya impuesto.
Decíamos, por ejemplo, “con la droga no se macanea. Si el gobierno permitió (léase el anterior), involuntariamente por cierto, el ingreso y la instalación de un fenómeno que afecta a todos los argentinos, sus dirigentes tienen la obligación moral de colaborar con la administración actual…”. O “….la actual conducción del Frente para la Victoria-PJ, por otro lado, tampoco puede ufanarse de los logros o avances que consiga en la lucha contra el flagelo. Si lo hace, caerá en el mismo galimatías intelectual de quienes lo atacan”. Rematábamos el comentario con una especie de sentencia: “Lo repetimos por enésima vez. Con la droga no se jode… la droga mata”.
Hoy, lamentablemente por la pérdida de dos vidas humanas, tenemos que reafirmar aquellos conceptos. La droga es el problema central de la inseguridad que existe en el mundo entero y que, ahora mismo, cobra fuerza inusitada en Latinoamérica. Incluye a nuestra Argentina atravesada por la violencia y, como una mancha de aceite, se propaga en la “Patria catamarqueña”.
Si nueve de cada diez arrebatos tienen que ver con la droga; si el 99% por ciento de los crímenes fueron empujados por la alineación y si a este cuadro de situación le sumamos que el expendio de la droga ha perdido el control de la policía, podríamos llegar a una curiosa conclusión: que la declamada e indiscutible inseguridad, sin droga, en realidad no existiría.

La conducción policial

¿Qué significa el cambio del exjefe de Policía Juan José Palomeque por el nuevo, Julio César “Suri” Gutiérrez?
Varias cosas. La primera de ellas es que el jefe caído, especialmente en 2013, sufrió el desgaste de haberse visto envuelto en situaciones políticas provocadas de exprofeso, de las que nunca pudo recuperarse.
Significa, además, que ese puesto -al igual que el de secretario de Seguridad- es como estar sentado sobre un barril de pólvora. Mucho más aun si la inseguridad ha sobrepasado todos los límites y los medios de prensa refriegan sobre la herida abierta.
Julio César Gutiérrez, nos imaginamos, sabe adónde ha puesto las posaderas. De allí puede ser eyectado de la peor manera o, por el contrario, convertirse en un héroe ciudadano, aunque para llegar al triunfo depende de varias cosas.
Entre otras, del respaldo efectivo del gobierno que, en el arranque, lo cuenta, como también de la colaboración de la Justicia y de los legisladores, los que tienen en sus manos la decisión de aprobar los instrumentos para que la Policía los ejecute. También depende de la colaboración de la sociedad y de los medios de comunicación que, si bien no pueden hacer milagros, sí pueden destacar los logros policiales con la misma fuerza que proclaman sus fracasos.

El proyecto de desfederalizar

A tiempo de la marcha para pedir seguridad o de la creación del foro propuesto por el vicegobernador Dalmacio Mera, se produjo una especie de entredicho entre el secretario de Seguridad, Juan Pablo Morales, y la diputada provincial María Teresa Colombo.
El primero anunció que presentará un proyecto para que la provincia y su Policía puedan tener injerencia en los delitos menores con drogas e inmediatamente, en fulminante contragolpe, la legisladora aclaró que a ese proyecto lo presentó ella y, añadió, que duerme en la Legislatura desde el 2012.
La verdad que a ninguna de las partes le debería importar la autoría del proyecto. El problema de la inseguridad es de tal gravedad que, a esta altura, no cuenta el detalle político. Todos, si es posible en forma conjunta, deberían adentrarse en la problemática que aflige a la gente.
Al igual que la ley de seguridad que el radicalismo tiene parada en la Cámara de Senadores, la cuestión de desfederalizar resulta vital para el éxito que puede llegar a tener la institución policial en su lucha contra la droga.
El tema que anunció Morales y reflotó Colombo tiene que ver con la competencia, la instancia que determina quién investiga los delitos relacionados con la droga, entre ellos el tráfico. De acuerdo a la legislación vigente, es responsabilidad de la Justicia Federal y su propia Policía. Con el proyecto de adhesión a la ley nacional, la Justicia provincial podría investigar y hasta actuar, por ejemplo, en la comercialización de los estupefacientes.
Reacciones positivas
Tras los sucesos de la semana pasada -las muertes de Celeste y María del Valle-, hay que convenir que las reacciones fueron positivas. Es como si todos hubieran tomado conciencia de la magnitud del problema que genera la droga. El oficialismo comprendió la expansión sin límites de la violencia y produjo hechos, cuyos resultados los veremos con el tiempo. La oposición se pronunció con signos de preocupación verdadera y la sociedad, a través de una marcha, tuvo reflexiones extrapolíticas.
En este marco, quizá el único que mantuvo una posición de extravagancia fue el candidato Eduardo Brizuela del Moral cuando, para la prensa, se preguntó: “¿Qué ha pasado en Catamarca para que haya tantos homicidios?”. Quien fuera gobernador en la época que explotó el consumo de estupefacientes y, por si fuera poco, se retirara sin dar respuesta a la tragedia de la alcaidía que ocurrió a tres meses antes de dejar el mando, debería guardar una mayor prudencia. Aparte, como ningún otro, tendría que dar respuesta a su propia pregunta, la que de fondo parece contener, lamentablemente, una especie de silenciosa alegría por la muerte de dos personas. Cuidado con las palabras y las expresiones. Algunas pueden llegar a cortajear la lengua.

Manos a la obra

Con el cambio de la conducción policial y con un núcleo de coincidencias básicas que parecen tener los distintos partidos políticos, se abre la esperanza de poder extirpar la peor de las amenazas que sufre el ciudadano catamarqueño.
La gente tiene miedo o pánico, como dice el secretario de Seguridad. No se camina por las calles con tranquilidad. Las noches en la zona céntrica, y ni que hablar de la periferia, son peligrosas. El intendente Raúl Jalil ha prohibido que las pintadas políticas se hagan por la noche. En cada esquina hay efectivos de policía. Muchas mujeres ya no portan carteras por temor a los arrebatos. En fin, la inseguridad llama a nuestras puertas y la droga continúa su danza de expansión desenfrenada. Los chicos cuando se los invita a una fiesta preguntan si va a haber “falopa”. Es un límite y compromete a todos por igual.
Y aunque cueste creerlo, todavía Catamarca tiene una ventaja con respecto a otros Estados argentinos. Si bien es cierto que hay droga y está totalmente instalada, el crimen organizado todavía no existe. No hay bandas armadas para delinquir, como ocurre en otras latitudes, pero si ahora mismo no se aplican los remedios necesarios, dentro de poco tiempo la enfermedad puede llegar a ser incurable.
La nueva conducción policial está en funciones. La ayudemos todos y que nadie pretenda sacar ventajas de una situación enteramente relacionada con la muerte. El tráfico de drogas es un problema que se le salió de las manos a la humanidad….pero en Catamarca todavía lo podemos remediar. Es tarea difícil pero, si hay voluntad, no imposible.
 

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