Desde la bancada periosística

UCR no es lo mismo que Frente Cívico

viernes, 1 de febrero de 2013 00:00
viernes, 1 de febrero de 2013 00:00

Para muchos representan una misma cosa. Para quienes manejan el marketing, que son pocos, son cosas distintas. Muy distintas. La UCR es apenas un partido político; el Frente Cívico y Social, aunque sea del mismo partido, su herramienta electoral.
¿Por qué hacer distinciones entre una y otro después de tantos años de vigencia de siglas que están marcadas a fuego en el ideario ciudadano? ¿En qué puede influir que se distinga a un sector político con uno u otro nombre? ¿Acaso la UCR y el FCS no han caminado juntos durante más de veinte años hasta el punto de volverse indiscernibles?
Para responder estas preguntas puede haber respuestas simplonas, pero hasta los propios fundadores del Frente Cívico saben que no es lo mismo. El asunto es por demás complejo. Por eso, hoy más que nunca, algunos dirigentes se devanan los sesos pensando en la forma de mantener una marca -Frente Cívico- que tiene el sello de las epopeyas políticas.
El Frente, efectivamente, guarda para un parte importante de la población reminiscencias revolucionarias. Aquel nombre (“Cívico”, algo asociado al nacimiento de la Patria), impregnado del yrigoyenismo de principios del siglo XX, no surgió de casualidad o fue ocurrencia circunstancial. Todo lo contrario. Resultó el fundamento mismo de la lucha encarada por la oposición política para derrotar al gobierno peronista que, en 1991, terminó intervenido por el poder central.
Si no hubiese surgido el nombre de Frente Cívico para, con la fuerza de un virus, meterse en las entrañas del pueblo, el histórico cambio de rumbo de aquel 91 no hubiese sido posible.

La devaluada UCR

El escándalo que disparó la muerte de la niña María Soledad Morales, hace 22 años atrás, dividió a la sociedad catamarqueña. Y aquella división quebró la hegemonía de un gobierno que, en tierra peronista, lógicamente se hacía sentir.
Quienes propugnaban un cambio, divisaron el entramado que se fue formando entre sectores de la más rancia oligarquía y otros de neto corte popular. Sabían hacia finales de 1990 que estaban dadas las condiciones para ese cambio, pero había que buscar la herramienta para hacerlo.
El partido de oposición en Catamarca era la UCR a la que, salvo un pequeño interregno de la década del 60, y encima con el peronismo proscripto, nunca le había tocado gobernar la provincia. Y, para mayor desgracia, tampoco estaba en condiciones de capitalizar aquel “Catamarcazo” del ‘91 que, paralelamente, alentaban el menemismo en el poder y los medios de comunicación más poderosos de la Argentina.
La UCR era sinónimo de decadencia e incapacidad en aquel tiempo de las célebres marchas del silencio. Tenía base electoral a lo largo y ancho del territorio, es cierto, pero su nombre aseguraba rechazos. La caída y salida anticipada del gobierno del expresidente Raúl Alfonsín , en 1989, contagió a todos por igual y nadie apostaba un céntimo por un radicalismo en vías de extinción. Con decir que a nivel nacional tenía una intención de voto de apenas el 2%, pintamos el panorama que existía.
Fue allí cuando nació el Frente Cívico. Confluyeron radicales y extraradicales y, con la idea frentista, de manera milagrosa, lograron el gran objetivo de esconder a la devaluada UCR detrás de una sigla que sintetizaba pluralismo ideológico, recuperación de los valores, fin del nepotismo y tantas consignas que se enarbolaron entonces y, lamentablemente, se perdieron en el tiempo.

Castillo y Brizuela del Moral

Varios fueron los fundadores del Frente Cívico. Estaban peronistas como Marcolli o Balverdi; movilizadores como Simón Hernández o Raúl Da Prá; emepecistas como Ignacio Joaquín Ávalos o Raúl de Marcos; y muchos radicales como Horacio Pernasetti o Pedro Guillermo Villarroel, quien generosamente le cedió la candidatura a gobernador a Arnoldo Castillo.
Entre ellos, también figuraban Eduardo Brizuela del Moral (a la sazón intendente de la Capital) y Oscar Castillo, los supervivientes de aquella gesta que aún tallan en las luchas partidarias y están abocados a reorganizar el Frente Cívico que, el 13 de marzo de 2011, recibió una estocada de muerte.
Cuando se van a cumplir dos años de aquel acontecimiento, el Frente Cívico no ha dado señales de vida. Se mantiene el nombre de las representaciones legislativas (tanto en la provincia como en la Nación), pero orgánicamente no existe. Ninguno de los partidos que formaban la coalición ha asegurado pertenencia o deseos de mantener su alianza con la UCR y ésta, a su vez, está sumida en una crisis interna que la obliga a calcular hasta los mínimos movimientos, so pena de producir nuevos desajustes en el supuesto de algún exceso verbal.
Es verdad que Castillo y Brizuela del Moral, con sus más y sus menos, han hecho bastante para mantener el equilibrio dentro de la crisis política que significó la pérdida del poder.
Han podido superar sus propias disidencias -y algo más que eso- y trabajan a destajo en la UCR por recuperar la mística del 91 que, por tantos desatinos, se fue perdiendo con el ejercicio del poder, hasta el punto de permitir la comparación con el gobierno al que, además de demonizarlo por más de una década, lograron superar en aquella circunstancia histórica.
A menos de nueve meses de la elección de octubre de 2013 todavía tienen que discutir mucho de la interna radical y de las candidaturas provinciales y nacionales, pero quizá el punto más traumático esté por venir. Todavía no hay Frente Cívico, que es condición sine qua non para albergar, aunque más no sea, mínimas posibilidades de competirle al oficialismo.
Y si no hay Frente Cívico, no quedará más remedio -¿remedio?- que volver a presentar a la UCR, el partido que precisamente los radicales escondieron en el ‘91 para dirimir con el peronismo.

Una reunión de amigos

La crónica política anunció la semana anterior una reunión entre el exgobernador Brizuela del Moral y representantes de los partidos Movilización, Socialismo y Peronismo Disidente.
No hubo un gran detalle informativo en cuanto a quiénes estuvieron presentes y qué se discutió en función del futuro, pero sí se anunció que el debate de fondo giró alrededor del Frente Cívico. Más concretamente, cómo rearmarlo ante las inminencias electorales del presente año.
Los resultados de la reunión, en definitiva, fueron bastante magros.
Desde el partido Unión Celeste y Blanca, un socio del Frente Cívico con sustento peronista, su presidente dijo que no fueron invitados y que desconocen quiénes son los disidentes peronistas de la hora actual. Por si fuera poco, el dirigente “Chichi” Jalil -de él hablamos- indicó que con el único radical que tiene coincidencias es con Alfredo Gómez, el diputado provincial largamente vituperado por castillistas y brizuelistas.
Desde el Socialismo, sus principales autoridades tampoco fueron a la reunión y hoy están más cerca de armar por cuenta propia el Frente Amplio Progresista -con apoyo a Hermes Binner- que de aliarse con los radicales. La invitada por Brizuela fue Carmen Verón, la diputada que impuso por decisión propia y que acaba de perder una interna dentro del socialismo. ¿Se puede hablar con un pedazo, y de hecho el más pequeño, del socialismo?
El tercer convocado fue Movilización, cuya figura más representativa es el concejal capitalino Simón Hernández. Para más detalles, sobrino de Brizuela del Moral.
Así las cosas, hay que decir que el primer avance para reorganizar el Frente Cívico orilló el fracaso. Brizuela del Moral y Castillo, tras sus vacaciones brasileñas, ya deben estar sabiendo que conseguir este objetivo será tan difícil como poner armonía dentro de la interna del radicalismo.

Vieja predicción

Cierta vez, en 2006, el influyente diputado provincial Juan Carlos Balverdi (un “peronista disidente” en serio y cofundador de la alianza) hizo una predicción que, al menos hasta ahora, se viene cumpliendo irremediablemente. Dijo que el día que perdiera, el Frente Cívico desaparecería del firmamento político.
Para llegar a semejante conclusión, el exlegislador sostenía que, además de herramienta electoral para cubrir con un velo a la UCR, el FCS era un sentimiento que estaba metido en el corazón de la gente. Obviamente: si perdía una elección, era síntoma que ese sentimiento no existía más.
El juego de las sensaciones parece darle la razón a Balverdi, uno de los artífices de incontables éxitos frentistas. Cuando nadie lo imaginaba, ni siquiera los propios peronistas, el Frente Cívico resignó su posición dominante y su aparente fortaleza se vino abajo como un castillo de naipes.
Lo repetimos. Ningún Partido político o agrupación, ni tan siquiera los sellos más insignificantes, se ha pronunciado por el Frente Cívico en un lapso de un año y casi once meses. Por el contrario: los que hablaron consideraron improbable volver a la alianza y criticaron con dureza a un radicalismo que, por lo general, se quedaba con todos los cargos en las épocas de gloria y repartía migajas a socios que, teóricamente, eran iguales.
Hoy le están devolviendo gentilezas a aquel acaparamiento. Varios exsocios piden en plena carestía más cargos que cuando eran gobierno. Otros están enrolados en el Frente para la Victoria y los que tienen dudas miran hacia la Casa Blanca de Catamarca.
Balverdi, un verdadero símbolo del Frente Cívico, fue artífice principalísimo de la practicidad. Hizo valer más que nadie el remanido slogan cuasi peronista “la única verdad es la realidad”. Y realizó una predicción que, seguramente, espera que no se cumpla. Y, además, sabe más que nadie que la UCR no es lo mismo que el FCS.
 

Comentarios

Otras Noticias