La reunión que sostuvieron el miércoles las autoridades del Ministerio de Gobierno con el titular de la Corte de Justicia, Raúl Cippitelli, por lo pronto sirve para distender la tensa relación que existe entre el Poder Ejecutivo y el Judicial. Si tenemos en cuenta otro encuentro parecido a este último, del cual participó la gobernadora, no habría que alentar demasiadas expectativas en términos de entendimiento, pero hay detalles que abren camino a la esperanza. Se trata de las circunstancias especiales que demandan que “tirios y troyanos” dejen de lado orígenes políticos diferentes y atiendan al soberano en sus cada vez más estridentes reclamos de Justicia, un insumo considerado fundamental para la vigencia del sistema democrático.

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Tanto el ministro Francisco Gordillo como el subsecretario de Seguridad, Juan Pablo Morales, destacaron la disposición del cortesano para trabajar en forma coordinada y mantener reuniones con mayor frecuencia, mensualmente si es posible. Se trata de un comportamiento muy diferente del utilizado por los otros miembros del máximo tribunal -José “Pepe” Cáceres y Amelia Sesto de Leiva-, quienes en varias ocasiones se refirieron casi irrespetuosamente a las que quejas que podían llegar desde la “Casa Blanca”. La revuelta ciudadana en los barrios del norte o los cortes de ruta en los departamentos mineros son dos ejemplos de lo que estamos diciendo. En ambos, el papel de la Justicia dejó mucho que desear.

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Si bien es cierto que Cippitelli llegó a la Corte de Justicia de la mano de su amigo Eduardo Brizuela del Moral -fue su acompañante casi inseparable tanto en la universidad como en la intendencia o la Casa de Gobierno-, no hay que olvidar que en todos estos años buscó los entendimientos mínimos con aquella oposición a la que le toca hoy ser gobierno. De él no se recuerdan persecuciones ni actos aviesos contra el peronismo, el partido que supo incluir a su padre -don Ítalo Cippitelli- como un baluarte de otras épocas.