Debate abierto

jueves, 21 de febrero de 2013 00:00
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La encuesta que está en la portada de nuestra web esta semana pregunta: ¿Cuántos libros leíste en los últimos seis meses? y las opciones de respuesta son: -Diez o más; -Entre cinco y diez; -Entre uno y cinco y -Ninguno. Las votaciones no reflejan con certeza una determinada realidad, pues no se trata de una muestra en la que estén representados los distintos segmentos sociales, pero sí permite hacer algunas interpretaciones, aún a riesgo de fallar en las conclusiones.
En los primeros días la opción más votada fue “Ninguno”. Ayer la penúltima alternativa creció en número de votos acercándose a la más elegida hasta ese momento.
Quienes votaron en esta encuesta son lectores de noticias, ya que entran a una web periodística. Pero por la votación –que sería más auténtica que las que piden nombres o datos personales- podría entenderse que los participantes quieren estar al tanto de informaciones de actualidad, pero no tendrían hábitos de lectura de extensos textos.
El vocabulario permite razonar, entender ideas, hechos, acontecimientos. Los niños y adolescentes, por su corta edad, no tienen un vasto vocabulario, lo que los condiciona en la comprensión de realidades de su mundo interior como del exterior. Entonces recurren a términos como cosa, coso, para aludir a personas y realidades que les cuesta describir.
El vocabulario posibilita nombrar y conocer mejor las realidades, estimulando el progreso del pensamiento. Y las destrezas básicas del lenguaje –que enriquecen el vocabulario- se desarrollan y potencian con la lectura.
Las nuevas tecnologías plantean escenarios distintos, sustentados en la interactividad con diferentes lenguajes y sistemas de representación, que posibilitan también la argumentación y la construcción social del conocimiento.
Pero tanto las comunicaciones tradicionales como las interactividades a través de los nuevos medios, exigen ejercitación, razonamiento, ampliación de las miradas. Si la población en general no tiene hábitos de lectura, podría ser infantil en sus razonamientos y decisiones, por la falta de ejercicio del pensamiento.

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