El intendente capitalino, Raúl Jalil, advirtió a tiempo su error. El decreto que firmó intimando a la cooperativa Cachalahueca a desalojar un predio del exferrocarril que el anterior gobierno municipal le había cedido en comodato por veinte años y en el que invirtieron mucho tiempo y esfuerzo para darle vida, había generado profundo malestar en la comunidad artística catamarqueña. Se preparaban manifestaciones de repudio y el tema amenazaba con politizarse por el anuncio de que el presidente del Concejo Deliberante, Simón Hernández (h), recibiría a los miembros del grupo. Ante este escenario, el jefe comunal dio marcha atrás con la medida y ofreció a Cachalahueca un espacio en el futuro centro cultural y recreativo que se proyecta en las manzanas ubicadas detrás de la sede de la Intendencia.
Se evitó de esta manera un nuevo golpe a la comunidad de artistas independientes que en algún momento -cuando locales como el Cine Teatro Catamarca o el Urbano Girardi eran sometidos a refacciones- sostuvieron en sus espacios propuestas variadas de teatro, música y artes visuales por fuera del circuito oficial, convirtiéndose prácticamente en la única oferta disponible en San Fernando del Valle.
Lugares como la “Estación de Sueños” de los “Cachala..” o la vieja fábrica de dulces de La Primitiva fueron no hace mucho verdaderos referentes del quehacer cultural provincial, a pesar de lo cual no han tenido mayor apoyo de las autoridades para asegurar su continuidad.
En el caso de La Primitiva -y tal como lo menciona la actriz María Pessacq en una entrevista que se publica en esta misma edición-, sus impulsores no han logrado conseguir siquiera la personería jurídica que les permitiría obtener subsidios para refaccionar un local propio en Polcos al cual le falta mucho para estar en condiciones.
La inequietud y el trabajo de estos artistas que mantienen sus proyectos con mucha entrega necesita de un Estado presente, que no los deje de lado por acción u omisión.