La reunión de Lucía Corpacci y María Julia Acosta, a primera hora de ayer, no fue para analizar el conflicto con los docentes ni las negociaciones salariales con el sector. Ésta es una cuestión que el gobierno tiene más o menos definida, en el sentido de que va a aumentar en la medida de sus posibilidades y de allí no se va a mover. El motivo era otro. Mucho más trascendente. La gobernadora había decidido poner fin al mandato que la ministra iniciara el 9 de diciembre de 2011 y, de la mejor forma, se lo comunicó a ella antes que a ninguna otra persona. Después de la media mañana, la ya exministra o alguno de sus voceros filtraron la información y radio Valle Viejo dio la primicia de su alejamiento. ¿Cuál fue el motivo expresado por los periodistas? Las permanentes internas de un ministerio que navegó a la deriva, en medio del mar bravío, durante más de un año.

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Es cierto que había internas en Educación, como las hay en otras áreas del gobierno, pero el alejamiento de la funcionaria se debió a los resultados obtenidos que, en homenaje a la verdad, fueron más que magros. Ellos decidieron la suerte de Acosta, quien vino participando activamente en el Frente para la Victoria, por el cual resultó ungida diputada nacional por el período 2007-2011. Antes, por impulso del saadismo, fue concejal de Belén (1999-2003) y, más tarde, diputada provincial (2003-2007).

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Los rumores de cambios en el Ministerio de Educación, cabe destacarlo, vienen de lejos. Ya el año pasado se habló de la renuncia de María Julia por las incomprensibles disputas que mantenía con Ricardo Cuello, exdirector de Educación Superior, quien es valorado por su capacidad, trayectoria y pertenencia impoluta dentro del peronismo. A partir de allí su permanencia era cuestión de tiempo. El tiempo que se diera la gobernadora para resolver que el nuevo ministro sería José “El Chino” Ariza, otro militante del peronismo que cumplía funciones de subsecretario en el mismo ministerio.