La posible presencia de pedófilos cerca de nuestros niños nos produce escalofríos. Pero si por estar desprevenidos no advertimos esa cercanía, el peligro los acecha sin que podamos protegerlos.
Las conductas pedófilas alcanzan niveles que entran dentro de lo criminal, como por ejemplo el promover, comercializar y difundir pornografía infantil. Esta actividad delictiva tiene como víctimas a menores de edad -que suelen tener entre 8 y 12 años- de cualquier sexo, de los que se obtienen representaciones visuales, más si se encuentran en posiciones o situaciones que alimentan la perversión de los pedófilos.
La difusión de contenidos pornográficos ha ido cambiando a medida que surgieron nuevos medios de expresión: folletería, literatura, fotografía, video, cine, dibujos de animación y en los últimos años ha crecido fuertemente la propagación por Internet.
Padres, docentes, dirigentes políticos, sociales y culturales, sistemas de investigación policial y judicial, en general, no están preparados frente a estas nuevas tecnologías. Los chicos son usuarios de redes sociales como Facebook sin que sus padres sepan con quiénes se contactan y cuáles son los riesgos que corren. Y si bien es cierto que tienen derecho a la privacidad, éste no puede ser absoluto si se trata de resguardarlos de verdaderas amenazas.
Estos días ha cobrado notoriedad en nuestro país la noticia de un adulto que usaba tres cuentas falsas en Facebook. Haciéndose pasar por un chico de 12 años, se contactaba con sus supuestos pares, incitándolos por el chat a que le pasen fotografías de ellos con poca ropa o desnudos, y una vez que lograba algunas imágenes los presionaba para que se saquen otras, bajo amenaza de publicar las que ya tenía.
Expertos informáticos pudieron detectarlo, lo que permite a la Justicia seguir el hilo de su accionar criminal.
Estos hechos nos obligan a pensar más en cómo proteger a nuestros niños. Los asecha un peligro cierto y debemos estar preparados para evitarlo.