DESDE LA BANCADA PERIODÍSTICA

Las barras bravas y la delincuencia

sábado, 30 de marzo de 2013 00:00
sábado, 30 de marzo de 2013 00:00

Nuestra prédica sobre el comportamiento de las hinchadas de fútbol, en algún momento, fue estimada por la sociedad y por otros medios de prensa como una exageración.
La apelación a la tranquilidad de los catamarqueños, a su calma ancestral, a la poca cantidad de gente que va a las canchas y unos cuantos etcéteras minimizaron una apreciación que, lamentablemente, ha cobrado fuerza inusitada en los últimos tiempos y, entre otras amenazas, hace peligrar la tranquilidad de los asistentes a las contiendas futbolísticas.
Antes de que se iniciara el torneo Argentino “B” correspondiente a la temporada 2012-2013, éste que está en plena disputa, con letras bien visibles y ocupando hasta los espacios dedicados a comentar la política, advertíamos al gobierno que había que poner especial atención en las hinchadas de los tres equipos que iban a representar a Catamarca en la competencia “afista”: Policial, Villa Cubas y San Lorenzo.
Pedíamos en aquella oportunidad, dado que el Estado generosamente los subsidia (el gasto, agregando a los aconquijenses que orienta el dirigente peronista Octavio Gutiérrez, orilla los 5 millones anuales), que la dirigencia de los clubes tenía, casi como una obligación, el deber de colaborar con el control de sus parcialidades.
Ahora que han sucedido hechos graves y que tendrán severas derivaciones, cierta prensa de altivez alquilada se ha resuelto a tocar el tema y en buena hora que lo haga porque todos, absolutamente todos, debemos colaborar para extirpar un flagelo que va más allá del fútbol. Está directamente relacionado con la delincuencia.
Así planteadas las cosas, el análisis se traslada desde la órbita deportiva a la política. Y aquí no hay vuelta que darle: las luces rojas del peligro no deben enceguecer a la Justicia, a la Policía, al Poder Legislativo y a la dirigencia en general.

Escenario muy complicado

Antes de relacionar a las barras bravas con la delincuencia, en franco crecimiento, conviene aceptar que el escenario actual dista de la Catamarca tranquila que añoran los mayores. Esa no existe más, porque la población ha crecido al ritmo de muchísimos problemas y los resultados que se observan no son producto de la casualidad.
El pensamiento de un conocido filósofo argentino para describir el país, resumía hace pocos años la actualidad de esta forma: “Una sociedad con elevados índices de desigualdad, empobrecimiento, desintegración familiar, falta de fe y horizontes para la juventud, con impunidad e irresponsabilidad, siempre será escenario de altos niveles de inseguridad y violencia. Una sociedad dedicada a la producción y proveedora de empleos dignos para todos resultará un indispensable apoyo para el combate contra el delito”.
El diagnóstico comprende perfectamente a la realidad catamarqueña. Aquí hay mucha pobreza, demasiada exclusión social y amplias franjas sumidas en la desesperanza. El delito, por estas causas, ha crecido exponencialmente y muchísimos malvivientes terminan confundidos entre los barras del fútbol, a partir de lo cual pueden ser mano de obra para actividades conexas que tienen que ver con la política.
En más de un acto, como aquel que realizó el kirchnerismo en instalaciones del club Tesorieri, o los recordados disturbios del barrio norte, cuando el vandalismo dejó una retahíla de policías contusos e instalaciones públicas destrozadas, hubo “barras” que no aparecieron por casualidad. Alguien las financió y fueron empujadas a generar caos.
Si la inteligencia policial orientara sus antenas hacia las hinchadas, para lo cual dispone hoy en día de medios tecnológicos de avanzada, podría lograr excelentes resultados en función de sus responsabilidades específicas. Descubriría rápidamente a los violentos, a ladronzuelos que atormentan a los vecinos, a los arrebatadores, a los que alquila la política para generar disturbios, a potenciales violadores, a los pasadores de drogas baratas que enloquecen la razón y hasta otros más peligrosos aún que viven al margen de la ley.
Que nadie se confunda entonces. El espectáculo de las hinchadas hace al folclore del fútbol. La pasión les brota por cada uno de sus poros. Pero, casi al centímetro, hay que controlarlas.

La seguridad desbordada

Hace un mes atrás, el superclásico San Lorenzo de Alem-Villa Cubas no fue la fiesta esperada. Terminó envuelto en circunstancias dramáticas en las que dos personas casi pierden la vida.
Desde el sector donde se ubicaba la hinchada villacubana se disparó una bomba que aterrizó en otro sector del estadio Bicentenario donde también había adeptos a la divisa del Altiplano. Mercedes Zelarayán y David Astorga fueron víctimas del hecho criminal y, heridos, trasladados al hospital público. Por suerte, lograron salvar sus vidas, pero jamás olvidarán el espanto que les tocó sufrir.
A Villa Cubas, a la institución, la terminaron “matando” en los escritorios del Consejo Federal, no en la cancha, donde se estaba adjudicando, limpiamente, los tres puntos en juego. Se los quitaron y, como si se tratara de un premio, se los cedieron al rival, cuya hinchada había interrumpido, con otras bombas, el mismo partido. Desde lo deportivo, no se entiende para nada esta curiosa forma de juzgar que tiene la AFA, pero eso que lo analicen los periodistas deportivos, que los hay muchos y muy buenos.
El impiadoso castigo dispuesto para el club, por lo que se sabe, tendría fuertes connotaciones políticas. La hinchada, que ya supo darle fuertes dolores de cabeza al “león malherido”, está dividida en varias fracciones, enfrentadas entre ellas. Aquella bomba que arruinó la fiesta, frente a un operativo de seguridad totalmente insuficiente, habría sido lanzada con claras intenciones de provocar la suspensión del partido. Lograron más que eso. Sepultaron las esperanzas deportivas del equipo que dicen amar.
Tras quince días de calma llegó el otro clásico, Villa Cubas-Policial. Con los antecedentes bien frescos de lo que había ocurrido recientemente, se montó un operativo de seguridad que duplicaba al anterior e igualmente emergió la violencia.
Esta vez la calma reinó en la tribuna donde se ubica la falange “albirroja”, observada hasta con lupa por los más de doscientos efectivos afectados al operativo. Las tensiones, lamentablemente, estaban presente entre los adictos a Policial, cuyo elenco viene cumpliendo una destacada actuación en el certamen y seguramente participará de la ronda final en procura de conseguir el ansiado ascenso a la tercera categoría del fútbol argentino. Esto es, el Argentino “A”.
La salida del estadio de estos hinchas, que se identifican con los colores azul y amarillo, fue celosamente custodiada y hasta una media hora después nada hacía prever disturbios. Sin embargo, los hubo y fueron más graves que los que todavía lamentan los dirigentes de Villa Cubas.
Frente a la sede tabladeña de la calle Buenos Aires, supuestos hinchas -para nosotros, lo reiteramos, son delincuentes comunes- expresaron sus broncas a balazos limpios, piedrazos y agresiones diversas, una de las cuales produjo una severa lesión a Julieta Rivero, hospitalizada con un traumatismo de impensadas derivaciones.
Tampoco este entrevero fue una cruel jugada del destino. La hinchada de Policial tiene sus antecedentes y es tanto o más peligrosa que la de Villa Cubas o la de San Lorenzo de Alem. Ya fue protagonista de varios episodios de violencia afuera o dentro de la provincia, y sobre su comportamiento hicimos referencia editorial -en contraposición al silencio o justificación de otros medios- en la fecha final del Argentino “B” de la temporada 2011-2012. Fue cuando jugó Policial con Concepción de Tucumán.
Esta pequeña historia de desavenencias, agresiones, personas heridas y castigos justos o injustos no necesariamente nos lleva a calzarnos oropeles periodísticos. Para nada. Simplemente hemos advertido de un fenómeno nuevo para Catamarca que debe ser analizado profundamente por el poder y por quienes vayan a colocar los trazos finales a la ley de seguridad que se requiere.
Sea por el motivo que sea, la delincuencia avanza sobre los catamarqueños que aspiran y merecen vivir en paz. Está instalada en diferentes estamentos sociales y puede agravarse hasta extremos impensados. Es tiempo de ponerle freno con un exhaustivo análisis de sus orígenes y alcances. Aparte de comprender que no basta con colocar más cámaras de seguridad o comprar patrulleros.
Entre las barras del fútbol, sin distinción de colores, los encargados de la seguridad tienen la posibilidad de detectar a muchos malvivientes. En nuestra provincia no decimos que sea fácil hacerlo, pero seguramente resulta menos difícil que practicar prevención en hinchadas multitudinarias como las que existen en Buenos Aires, Rosario o Tucumán.
Los dos últimos clásicos disputados en Catamarca entre equipos locales confirmaron las peores predicciones. Si no se produjeron muertes fue porque una bomba cayó posiblemente 15 o 20 centímetros más allá de los blancos elegidos, o las balas surcaron el aire sin impactar en ninguna persona física. Por eso, y solamente por eso, no estamos envueltos en un nuevo escándalo y las eternas discusiones que se estarían dando entre los políticos.
Hay muchas cosas por hacer. Todavía estamos a tiempo de llevarlas a cabo…

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