Ser coherentes
“Yo soy ateo pero creo en la Virgen del Valle” decía un conocido referente político de Catamarca en tono de broma pero con un trasfondo de sinceridad, por su pertenencia cultural a un pueblo mariano. Lógicamente, quienes profesan la fe católica saben que la veneración a la Virgen es inseparable de una certeza anterior y es la existencia de Dios.
La característica propia de los creyentes catamarqueños –como también riojanos, tucumanos y santiagueños- es su devoción a la Virgen del Valle. Es una idiosincrasia que se vino conformando desde los años 1600, cuando fue hallada la sagrada imagen y que ha ido madurando, tomando forma propia y nos identifica.
La Iglesia de Catamarca se está preparando para celebrar en 2020 los cuatrocientos años de aquel hallazgo y con esta impronta celebra las tradicionales fiestas de la Virgen en abril (septenario) y en diciembre (novenario). Las de abril rememoran un gran acontecimiento del que hoy se cumplen 122 años y las de diciembre reverencian la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios. Hoy se cumple un nuevo aniversario de la Coronación de la sagrada imagen y resurge la alegría por aquella autorización del Papa León XIII que consideró que reunía todo los requisitos: *que sea una imagen con valor artístico-cultural con una antigüedad debidamente documentada no menor de 50 años (tiempo que superaba ampliamente ya que en 1891 hacían casi tres siglos desde su hallazgo); *que goce de probada devoción desde sus inicios hasta su estado actual (lo que fue un hecho desde el momento mismo en que fue encontrada) y *que hayan sido comprobados los favores concedidos por dicha imagen y la irradiación de su culto (que en Catamarca es una realidad contundente que se esparce en todo el país y más allá de las fronteras).
En esta fecha, un gran homenaje a la Virgen sería que sus hijos vivan en fraternidad, aceptándose y ayudándose mutuamente.