Recientemente visitaron el Obispado de Catamarca el intendente Humberto Valdez y la senadora Nancy Barros, representantes ambos de Fray Mamerto Esquiú. El motivo de la entrevista con Luis Urbanc fue interesarlo por una cruzada provincial a favor de renovar la causa por la canonización de Fray Mamerto, el hijo dilecto de Catamarca que llegara a ser Obispo de Córdoba y que la Nación entera lo recuerda por el sermón que diera al momento de promulgarse la Constitución de 1853. El “obedeced señores, sin ley no hay Patria...” resuena más que nunca por estos tiempos en que se está discutiendo la democratización de la Justicia y el verdadero sentido de su rol dentro del sistema republicano.

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La iniciativa de Valdez y Barros es muy buena y seguramente habrá tenido gran recepción en el jefe de la grey catamarqueña. Demás está decir que las esperanzas de remontar los olvidos que tiene la causa, iniciadas por El Esquiú.com con sus editoriales, tienen directa relación con el Papado que ha iniciado Jorge Bergoglio con el nombre de Francisco. Nada menos que Francisco, el ejemplo que adoptó para su vida Fray Mamerto, a punto tal que murió como el santo italiano en la más cruda de las pobrezas.

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Sobre la santidad de Esquiú nadie tiene dudas. Tampoco las debe tener Bergoglio, conocedor profundo de los prohombres que ofreció la Iglesia a nuestro país, por lo cual están dadas las condiciones para que el humilde franciscano de La Callecita se acerque, al menos con la beatificación, a la dignidad de los altares. Incluso en dominios vaticanos hay convencimiento de sus virtudes y solamente se reclama la clarividencia de un milagro, tema sobre el cual se debaten algunos casos que fueron presentados ante la Santa Sede. Más allá de la excelente propuesta, se nos ocurre que debería sumarse Lucía Corpacci, la gobernadora que tiene estrecha relación con el Obispado de Catamarca. Detrás de todos ellos, obviamente, estará el pueblo de Catamarca.