Apuntes del secretario

martes, 23 de abril de 2013 00:00
martes, 23 de abril de 2013 00:00

Lo dijimos y, con los resultados a la vista, lo confirmamos. El exgobernador Brizuela del Moral puede ser, aunque en verdad nadie muestra una encuesta que asevere tal cosa, el hombre con mejor imagen dentro del radicalismo, pero cada vez que habla seguramente retrocede en la consideración pública. Es que lo hace de manera agresiva - “me importa un carajo lo que piensen los peronistas”, “vamos a gobernar por 20 años más”, etc.-, soberbia y despectiva (recordar el trato que dispensó al intendente Raúl Jalil, que es una persona de reconocido buen trato). Durante el plenario de la línea celeste, con tono enfervorizado, volvió a hablar y nuevamente se “le salió la cadena”. A puros “carajos”, dijo que el gobierno de Lucía Corpacci es un fracaso y que merece ser comparado con el de Ramón Saadi, al que ubica en la época que, según él, no se hacían obras. En ese rubro, hay que aclarar, se ubicó como líder indiscutido. Por supuesto, las respuestas desde las arenas oficiales no se hicieron esperar. El exdiputado Sáenz, el diputado Raúl Chico o el ministro Ángel Mercado le refrescaron cosas que, a todas luces, son inobjetables. Lo trataron de vago crónico y la verdad que nunca fue un hombre esforzado; uno de ellos proclamó que debería estar preso por la falta de rendiciones de cuenta y el hecho concreto es que, a un año y medio de dejar el gobierno, todavía las cuentas no están claras. Éstas y otras lindezas son el resultado de la falta de tacto de Brizuela del Moral para enfrentar una campaña que seguramente lo tendrá como protagonista excluyente.

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La derrota electoral de 2011 y su regreso al llano, pareciera que le han hecho mal a quien fuera el gran elector del radicalismo en distintos tramos de la historia reciente. Él ganaba siempre con los silencios. Cuando menos hablaba, más movía las agujas de la credibilidad. Todo el gasto lo había dejado para los Castillo (padre e hijo) en los primeros 12 años del Frente Cívico y, a partir de allí, dispuso de sus propios puntas de lanza para hacerlo (Silva, Grimaux de Blanco, Torres de Mansilla, Cippitelli, Millán, etc). Hoy está desbordado y puede llegar a desnaturalizar cosas positivas que hizo como intendente o como gobernador. Nadie, honestamente hablando, puede poner en dudas los dos primeros mandatos como intendente, en los que imprimió una dinámica como la que observa hoy Raúl Jalil. Después, en el tercer mandato, llegó el caos y el descalabro municipal, a punto tal que debió trasladar el mando a Humberto Rebellato, el que terminó sumido en la crisis de 2001. Ya en Sarmiento y República hizo cosas igualmente buenas, pero debería reconocer que fue el gobernador que más recursos recibió en toda la historia de Catamarca. Esto no lo vamos imponer nosotros en estos Apuntes. Está en las estadísticas, las que hablan de las ingentes cantidades de dinero que ingresaron a la provincia por coparticipación federal (gobernó cuando el país crecía al 8 o 9% anual), ganancias de la minería, regalías, fondo sojero y ayudas extra. Con todo ello, más el aporte del kirchnerismo que no tiene cómo negarlo, pudo hacer cosas para Catamarca, aunque debe aceptar que desde julio de 2008 -cuando rompe políticamente con Néstor Kirchner- y hasta 2011 la obra pública de su gobierno se redujo a la mínima expresión. Los emprendimientos inconclusos son testigo de lo que estamos diciendo. ¡Y ni hablar de lo que hubiera ocurrido con Catamarca si seguía gobernando con Cristina en la Casa Rosada!

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Igualmente la comparación que Brizuela hace de su gobierno con el de Ramón Saadi (al que iguala con el de Lucía) roza el exabrupto. Persiste con este tema, ya que a los dos meses de haber perdido el poder, reapareció con la expresión “siento un tufillo a los años 80” y, como siempre, con autocrítica cero. Con decir que el funcionó con presupuestos cercanos a los 6.000 millones, contra 400 de Saadi, o que dispuso de coparticipación federal y ganancias mineras que no existían en los 80, lo decimos todo. Imposible hacer una comparación de realidades diametralmente opuestas. En aquella época los ministros de Economía de la provincia debían vivir tramitando en Buenos Aires el dinero para los sueldos. Ahora bien, si Brizuela está pensando que puede seguir “haciendo leña del árbol caído” con Saadi en función de incidencia electoral, que se mantenga en sus trece y prontamente verá los resultados que alcanza.

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Mariana Veaute fue colocada por la prensa nacional, con Clarín a la cabeza, como una de las diputadas que puede frenar mañana la sanción definitiva de las leyes de reforma judicial que envió Cristina Fernández al Parlamento argentino. La consideran, junto a doce de sus pares, como una de las que todavía tiene dudas respecto al voto y la incluyen en una campaña que han iniciado cinco organizaciones -entre ellas la Asociación de Derechos Civiles (ADC)- para frenar las iniciativas que se tratarán en pocas horas más. Naturalmente es un apriete, que se puede prolongar con gente en las puertas del Congreso Nacional, acorde con el pedido que realizó Lilita Carrió para que se impida la votación. Debemos aclarar que Veaute, que fue electa por el Frente Cívico, desde hace más de un año vienen acompañando al kirchnerismo y descreemos que pueda cambiar rumbos en esta oportunidad, a no ser que exista alguna oferta de tentación desde los grupos económicos enfrentados con la Casa Rosada.

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Hablando de Veaute. Se trata de una de las tantas facturas que los “contras” radicales (y también el castillismo) le pasan a Brizuela del Moral. Es que Mariana fue uno de los caprichos suyos y, sin que la conociera nadie de la política, se convirtió en diputada de la Nación, puesto para el que algunos suelen pugnar toda una vida sin conseguirlo. Otros caprichos brizuelistas fueron Raúl Guzmán, Cecilia Porta de Salas y Jorge Bonaterra. ¡Qué ojo de Brizuela! Todos ellos juegan para el enemigo y lo mismo el hombre se apronta para, junto con Castillo, elegir los candidatos de octubre.

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Como el gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta reafirmó su compromiso por avanzar en una reforma constitucional para “poner fin a la reelección indefinida”, Catamarca sería la única provincia que mantendría la posibilidad que un gobernador se mantenga eternamente en el cargo. El mandatario patagónico se envalentonó después de ganar la interna del peronismo y busca borrar, a través del llamado a una consulta popular, las reformas que introdujo el extinto Néstor Kirchner en la la Carta Magna sureña. El caso de Catamarca es muy curioso: aquí no había reelección y el saadismo la impuso sine die, pero quien la aprovechó fue la UCR con el segundo mandato de Arnoldo Castillo y el fallido tercer mandato que intentó concretar Brizuela del Moral. Del tema, por ahora, no se habla, y sería materia de debate recién en 2014.

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RECUERDOS HACIA EL PRESENTE. Como todos los martes, jueves y domingo, los “Apuntes del Secretario” terminan con los recuerdos de hechos y situaciones del pasado que puedan enlazarse con el presente. Veamos los de hoy.
Una versión dada por el diario La Gaceta de Tucumán, el 23 de abril de 1988, indicaba que eran inminentes las renuncias del presidente Raúl Alfonsín y el vicepresidente Víctor Martínez y que el deteriorado gobierno radical de aquella época iba a adelantar las elecciones. Los voceros alfonsinistas desmintieron totalmente la versión y la consideraron “un disparate”. Hombres muy cercanos al extinto expresidente, como José Ignacio López, Leopoldo Moreau y César Jaroslavsky salieron rápidamente a realizar las aclaraciones del caso. Los tiempos venideros no iban a confirmar la noticia tucumana, pero sí iban a existir muchos, demasiados problemas. La inflación y la hiperinflación iban a socavar los cimientos del alfonsinismo y el gobierno, aunque sea por unos meses, adelantó las elecciones. Fue en 1989: en vez de hacerlas en el mes de octubre las programó para el 14 de mayo, cuando ganó el riojano Carlos Menem. Después se adelantó la entrega del poder: en vez del 10 de diciembre, como correspondía, Alfonsín dejó el gobierno -en acuerdo con el que había resultado electo- el 8 de julio, pero siguió teniendo incidencia en la política argentina. Fue elegido senador nacional por la provincia de Buenos Aires, firmó el Pacto de Olivos en 1994 y fue uno de los artífices de la conformación que, en 1999, llevó a Fernando de la Rúa a la presidencia de la Nación. Su hijo, Ricardo Alfonsín, es hoy diputado nacional y en 2011 fue candidato de la UCR al Sillón de Rivadavia.

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