Corazón de madres

lunes, 29 de abril de 2013 00:00
lunes, 29 de abril de 2013 00:00

A raíz de una iniciativa de Azucena Villaflor, un día como hoy, pero hace 36 años, se concretó la primera marcha de quienes serían universalmente conocidas como Madres de Plaza de Mayo. Un puñado de apenas 14 mujeres, cuyo único oficio había sido el de madres y amas de casa, se encontró en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada. Era sábado, no había casi nadie, pero allí nacía uno de los movimientos sociales más importantes del país y que dejaría una marca indeleble en la historia nacional. Volvieron el jueves siguiente, luego otro, y otro más. Y desde entonces, marcharon alrededor de la Pirámide de Mayo, el monumento inaugurado en 1811, en el primer aniversario del primer grito de libertad.
Su objetivo inicial era ser recibidas por el dictador Jorge Rafael Videla, quien era la pata militar del golpe de Estado de 1976 que abrió la etapa más oscura del país, desarrollando una maquinaria de aniquilamiento que se venía perfeccionando desde los fusilamientos de León Suárez del ’55; la masacre de Trelew en 1972 y la ocurrida aquí, en Capilla del Rosario en 1974. Ese pequeño grupo de mujeres fue la némesis de la política del terror, que se había reunido luego de peregrinar y golpear puertas para saber de sus hijos que habían sido secuestrados, torturados, asesinados y arrojados al mar.
Sin violencia y resistiendo con el coraje de su corazón de madres, se pararon de frente a la maquinaria terrorista más cruel con la imaginación como única estrategia y el amor como única arma. Y aunque sufrieron todo tipo de atropellos y vejámenes, desapariciones, torturas, jamás bajaron los brazos para exigir, primero saber qué paso, saciar la cruel incertidumbre del destino que habían sufrido sus hijos. Y luego reclamando para que los responsables respondan ante la Justicia.
Pelearon así por la democracia, la misma que les dio la espalda y las volvió a ultrajar con las vergonzantes leyes de obediencia debida y de punto final. Siguieron luchando y levantaron las banderas que habían esgrimido sus hijos por un país más justo, más igualitario.
 

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