Una gran cantidad de patologías está asociada con la dieta. Por exceso o por defecto -de calorías, de nutrientes- aparecen distintos cuadros que alteran el funcionamiento del organismo y sobrevienen las enfermedades. Algo tan simple y ordinario como ingerir los alimentos diarios puede convertirse en una elección que a la larga incidirá en cuestiones como la calidad de vida y, eventualmente, los años que viviremos. Por supuesto, hay factores externos que atentan contra la posibilidad de planificar con cuidado las comidas, como los horarios cada vez más extensos de trabajo, pero en general es un tema que el grueso de la población pasa por alto y continúa abusando sin culpa de las grasas, la sal, el azúcar y el alcohol, entre otras cosas.
La agenda de las políticas públicas en materia de salud también ha descuidado esta problemática. Apenas algunos esfuerzos aislados, materializados esencialmente en campañas de difusión con afiches y folletos no han tenido impacto alguno en cambiar los hábitos de la gente. Era necesario un trabajo más profundo y articulado entre varios organismos del Estado para obtener resultados.
Por eso es destacable la iniciativa que la cartera social con su par de Educación prepara para implementar en las escuelas contenidos relacionados con la promoción alimentaria y la importancia de una dieta saludable. Aunque todavía se trabaja en el diseño, se pretende que la alimentación sea un tema de trabajo transversal a distintos espacios curriculares desde los primeros años de la enseñanza obligatoria.
Hace varios meses, desde esta columna editorial se mencionaba lo esencial de crear conciencia sobre esta temática, y la necesidad de que se “instalara” socialmente a través de una estrategia comunicacional y pedagógica de largo alcance.
La campaña que está próxima a implementarse en las instituciones educativas de la provincia es un buen paso en ese sentido.