DESDE LA BANCADA PERIODISTICA

Lejos de Alfonsín, lejos de la autocrítica

viernes, 24 de mayo de 2013 00:00
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Raúl Alfonsín, abrumado por el colapso económico que azotó al país entre 1988 y 1989, debió entregar el poder -o sea la presidencia de la Nación- 150 días antes que se cumpliera el mandato que le confiriera el pueblo en la histórica elección del 30 de octubre de 1983, la primera después de la sangrienta dictadura inaugurada el 24 de marzo de 1976.
A pesar de las circunstancias que rodearon a los acontecimientos, el líder radical se retiró con los mayores honores que puede pretender un Jefe de Estado. Al poco tiempo fue senador nacional por la provincia de Buenos Aires -había nacido en su querido Chascomús- y sus discursos retumbaron en el Congreso de la Nación con la fuerza de su estatura moral y su enjundia política, reconocida hasta por el propio peronismo que, jugarreta cruel del destino, contribuyó a hacerle imposible su gobierno.
Sirva el introito para sintetizar un mandato presidencial con escollos insalvables, como tener en contra la Cámara de Senadores de la Nación durante 5 años y 7 meses, al igual que los poderes económicos -encabezados, como siempre, por el diario Clarín- que apostaron al descalabro económico que se alentaba desde los centros del poder financiero mundial.
Juan Carlos Portantiero, que escribió el prólogo de la “Memoria Política” de Raúl Alfonsín, señala en uno de los fragmentos: “Desfilan por el texto el análisis de definiciones y episodios tan trascendentales como la política de derechos humanos bajo su gobierno, el juicio a las Juntas Militares, las asonadas de Rico y Seineldín, las leyes de punto final y obediencia debida, el ataque que efectuaron los rezagos de la guerrilla al cuartel de La Tablada, la hiperinflación y el trámite de su renuncia anticipada, para concluir su memoria, ya fuera de la presidencia, con los vericuetos del Pacto que llevó a la reforma de la Constitución en 1994”.
Sí. Alfonsín hizo mucho, demasiado y fue un gran presidente. Su ejemplo pervive hasta nuestros días, especialmente cuando se habla del avance de la corrupción. Pero lo mejor que tuvo fue su autocrítica, condensada en libros de texto y memorables discursos en el Congreso.
De esta forma, se recuerda una frase cumbre que salió de sus labios, al momento de dejar la Casa Rosada. Dijo entonces: “Hay cosas que no hemos podido hacer, hay cosas que no hemos querido hacer y hay cosas que no supimos hacer”. Un canto de reflexión y humildad.

Los correligionarios de Catamarca

Las distancias ideológicas entre el expresidente y los correligionarios de Catamarca, huelga decirlo, son abismales.
Sus ejemplos y sus luchas, especialmente a partir de 1991, aquí fueron reemplazados por lo que llaman praxis política. En este orden de ideas, la conducción castillista sostuvo relaciones carnales con el menemismo, se convirtió en la “mejor alumna” de Domingo Felipe Cavallo y hoy mismo, ya con el acompañamiento de Brizuela del Moral, ha proclamado una comunión de ideas con el máximo símbolo de la derecha argentina: el ingeniero Mauricio Macri.
Hablar de las persecuciones al adversario, del aniquilamiento de los partidos políticos (jamás en dos décadas participaron de una reunión orgánica con el gobierno radical), del copamiento de los poderes del Estado (Justicia adicta incluida) y de las instituciones de la sociedad significan esa praxis política que fue derrotada en las urnas el 13 de marzo de 2011.
Desde entonces, cuando se van a cumplir 27 meses del veredicto inapelable de las urnas, el radicalismo no ha realizado la autocrítica que le reclamaron los afiliados, las líneas internas, el pueblo de Catamarca y algunos, solamente algunos, medios de comunicación.
Con este statu quo, los mismos que perdieron el respaldo del pueblo (Brizuela del Moral y Castillo, ya en ese orden) son en el presente quienes manejan los hilos partidarios y se niegan a conceder elecciones internas cuando la lógica indicaría que, por la derrota electoral, están moralmente obligados a reivindicar sus títulos y amarillentos laureles.
Esto es el radicalismo de Catamarca 2013. ¡Minga de autocrítica! La contracara del doctor Raúl Ricardo Alfonsín.

Un “Saadi moderno”

Ramón Saadi era amo y señor de Catamarca en 1990. Cayó de la peor manera. Aunque haya sido un perseguido de la prensa nacional, debió salir de la Casa de Gobierno acusado de los peores cargos, aunque después no se haya probado ninguno de ellos.
Primero lo desplazó la Intervención Federal. Después fueron las urnas las que le dieron el último empujón. Ocupó, a posteriori, poltronas importantes -senador nacional, diputado nacional- y hoy es un paria, sin que esto afecte la cuestión personal, a la que no se pone en discusión en este artículo.
Saadi tiene el problema del primer pecado. Desde que dejó la gobernación, nunca, pero nunca, reconoció los errores que pudo cometer en más de seis años de gobierno.
Apenas había asumido Castillo, y todavía no se conocía actuación alguna de la nueva administración, cuando el gobernador de los años 80 dijo “estamos ante el gobierno más corrupto de la historia”. En vez de ganar o recuperar el terreno perdido, de esta forma, el hijo de don Vicente comenzaba a cavarse su propia tumba, más allá de haber acertado la predicción en hechos puntuales.
Tener esa conducta, la de Ramón precisamente, le reclamaron estos días a Oscar Castillo desde los territorios periféricos de la UCR.
Le dijeron que era “el Saadi de los tiempos modernos”. Y no se quedaron con eso.
Aparte de considerarlo “un mitómano de doble discurso” (¿será por las veces que denunció hechos jamás comprobados en los últimos 23 años?), añadieron: “Es sin dudas el Ramón Saadi del radicalismo, que no se quiere jubilar y dar lugar a la nueva dirigencia, y está dispuesto a hacer todo el daño posible con tal de perpetuarse en el poder”.
Su negativa a dar internas, lo que para los rivales produce “enquistamientos cancerosos y parasitarios”, es un agregado a aquel pecado original de no reconocer haberse equivocado, al igual que su sucesor en el trono de Sarmiento y República: Eduardo Brizuela del Moral.
Ambos son críticos despiadados del nuevo gobierno. A sabiendas de tener la Justicia en contra, el Senado en contra, el Consejo de la Magistratura en contra, el ENRE en contra, los estamentos intermedios de la administración pública en contra y varios medios de comunicación en contra, consideran que todo lo que hace el Frente para la Victoria está mal y, comparado con sus “brillantes” gestiones, es nadería.
Aparte, como Saadi cuando Arnoldo Castillo se sentó en el Sillón tan apreciado por los políticos, están hablando (especialmente un inescrupuloso político como Oscar) de corrupción al estilo Lanata, esto es, mezclando hechos ciertos con desvaríos que puedan llegar a influir en la opinión pública.

Se viene la Convención

Cuando queda exactamente una semana para que sesione la Convención “rojiblanca”, que determinará los cursos de acción para las elecciones del 11 de agosto y 27 de octubre, los pedidos de interna para cargos electivos o un atisbo de autocrítica no se acallarán.
Mucho más después de que Oscar Castillo, parado como dueño virtual del mismo Partido al que diera lustre Raúl Alfonsín, le contestara a sus críticos de la hora actual que “las minorías no tienen representación política ni en el partido ni en la sociedad, ni en la convención ni en ningún lado”. Durísimo e impolítico diagnóstico.
¿Ha aceptado finalmente el senador nacional, por el tono de sus palabras, que la UCR no necesita del concurso de minoría alguna y que todo se va a resolver por la decisión omnímoda de él y, complementariamente, de Brizuela Moral? ¿Se compadece esta postura con los reclamos de respeto por la minoría que expresaron, hace una semana, legisladores como Miguel Vázquez Sastre, María Colombo o Silvina Tello al momento de la desgraciada designación de Cecilia Porta de Salas como miembro del Jury de Enjuiciamiento?
Nada de lo que reflejamos en esta columna semanal surge de la imaginación del escritor. Todos son hechos objetivos, palpables, indiscutibles y que están escritos en los diarios de Catamarca que ocurrieron en la previa del encuentro de los convencionales que conforman el órgano máximo de deliberación de la UCR.
Apenas es un preanuncio de una discusión que, inevitablemente, tendrá rispideces. Sea antes, durante o después del cónclave provincial del sábado 1 de junio, habrá jaleo porque son muchos más de los que se piensa los que están contra del manejo discrecional de un partido que tiene más de 50.000 “convidados de piedra” que, en contra de la letra fría de la Carta Orgánica, no pueden elegir “sus” candidatos desde hace 26 años atrás.
Quienes optaron conducir a la UCR como un feudo donde, más que la voz de los afiliados, valen los arreglos de cúpula, tendrán que enfrentar la realidad. Lo harán con una pesada carga sobre sus espaldas: no haber hecho, en más de dos años, el “mea culpa” del 13M.
Ya no alcanza, radicales, con criticar a Saadi. También había que hacer cosas distintas a las del caudillo peronista. No las mismas.

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