Columna política

sábado, 1 de junio de 2013 00:00
sábado, 1 de junio de 2013 00:00

La exclusiva de El Esquiú.com sobre el reciente ascenso de un agente raso a jefe de Despacho en comisión de una de las unidades judiciales, reavivó la polémica sobre la manera absolutamente arbitraria con la que los jueces “supremos”, Amelia Sesto, Raúl Cippitelli y José Cáceres, deciden las promociones dentro del Poder que controlan. Es que la Corte se reserva el derecho de otorgar “a dedo” los nuevos cargos y, cuando hay concursos -por cierto, son bastante infrecuentes-, el criterio de selección da una especial importancia a la entrevista personal, inclusive por sobre los conocimientos técnicos o la experiencia laboral. De esta manera y a través de los años, los magistrados, de clara filiación radical, han configurado una estructura de la justicia catamarqueña “a gusto y piacere” que sigue incólume, ya que el gobierno peronista no ha hecho ningún cambio desde que asumió.

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Por estas decisiones que van en contra de la mentada “igualdad de oportunidades” se relegaron empleados con varios años de antigüedad que han dado probadas muestras de capacidad, solamente por no comulgar con la ideología que caracteriza a quienes mandan en Tribunales. En algunos casos, esto fue motivo de ásperos cruces entre los mismos compañeros, generándose un clima enrarecido que no contribuye con la delicada tarea que deben llevar a cabo. Además, en ocasiones se ha pasado por alto la opinión de la jefa de fiscales o del mismo Procurador, aumentando el malestar reinante.

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A estas alturas, se ve la necesidad, en Catamarca también, de una verdadera “democratización” que habilite, en este rubro al menos, reglas claras y -precisamente- más justas para que los trabajadores puedan hacer carrera. Se dará así un paso importante hacia la modernización de la burocracia de la que dependen tantas decisiones vitales para la administración de justicia.

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