Alrededor de tres meses y medio demandó determinar la velocidad a la que circulaba Elián Kotler la madrugada del 3 de marzo cuando embistió a un remís y a una motocicleta y provocó la muerte de Pablo Camaño. Y aunque parezca descabellado, el análisis que estuvo a cargo de los peritos de la Policía de la Provincia se realizó en un tiempo que puede considerarse récord. Quizá sea por la publicidad que tuvo el siniestro y la repercusión que en general tienen los casos de accidentes de tránsito fatales, que en Catamarca se están convirtiendo en una epidemia, que en este caso los resultados se obtuvieron mucho más rápido que en otras causas, ya que la mora para la resolución de este tipo de delitos, pese a la presión social, es vergonzante.

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Esta morosidad judicial tiene múltiples aristas. Tan sólo una de ellas es la carencia de especialistas en accidentología que realicen las cientos de pericias que se requieren. Al no tener la Corte de Justicia un cuerpo de peritos estable, prácticamente el 100 por ciento de las pesquisas depende de los peritos de la Policía de la Provincia, donde se produce un cuello de botella que genera demoras de, no sólo meses, sino a veces hasta más de un año para adjuntar un informe pericial a una causa. Las causas que más se aceleran son en donde hay querellas por parte de las víctimas, que son las que presionan para que los expedientes se resuelvan con más celeridad. Pero cuando depende de los fiscales, las causas duermen el sueño de los justos.

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Además de la falta de personal, son menos de diez los peritos de la policía -pese a que hay una carrera en la UNCA de Criminalística-, también hay otra falencia, que es la ausencia de un taller para realizar pericias en profundidad de vehículos siniestrados, por lo que los especialistas se basan en observaciones y mediciones del lugar del hecho que les permiten determinar ciertas circunstancias de cómo se produce un accidente, aunque con orfandad de detalles.