Sin adornos

lunes, 24 de junio de 2013 00:00
lunes, 24 de junio de 2013 00:00

En gran parte de la ciudadanía está instalada la noción de que la política es un ámbito propicio para la corrupción y una actividad atractiva para vivillos que quieren trepar rápido y ganar dinero fácilmente. Este descreimiento extendido nos perjudica a todos, porque quienes tienen verdaderamente vocación por el bien común se repliegan y las decisiones sobre los asuntos públicos quedan en manos de unos pocos que integran la “clase política”. Aunque es necesario destacar que hay muchos políticos intachables, excelentes.
Ante esta realidad, la democracia necesita fortalecerse con mayor participación, de manera que las instituciones cuenten con personas honestas, capaces, trabajadoras y creativas. Para eso, antes que denostar contra los políticos, tendríamos que acompañarlos, exigirles, controlarlos, para que no se instalen en espacios de poder los que sólo pretenden obtener ganancias en desmedro del bien común.
En medio de este descreimiento, un importante debate se dio en la sociedad en general y en nuestra web en particular, a raíz de la nominación de la montañista Úrsula Díaz como tercera precandidata a diputada nacional por el Frente Cívico y Social. Como suele suceder en las discusiones, los argumentos a favor y en contra de esta postulación van desde lo visceral a lo racional, con modos agresivos o moderados.
Entre las denostaciones, señalan que ha recibido ayuda del gobierno provincial para escalar el Everest y ahora aprovecha el estrellato deportivo para integrar una lista política opositora. Como respuesta, otras voces sostienen que un gobierno debe apoyar a los deportistas, sea cual fuere la pertenencia política que estos tengan.
Creemos que toda participación política es necesaria y más si se trata de personas jóvenes y emprendedoras. La duda que queda planteada es si Úrsula Díaz tiene tantas o más condiciones que otras dirigentes o si fue elegida sólo por la reciente fama adquirida por sus logros deportivos.
Es de esperar que la mercadotecnia no vacíe a la política de su esencia.

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