Pregunta vigente

martes, 4 de junio de 2013 00:00
martes, 4 de junio de 2013 00:00

«Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un ser humano; no se hace profesión de fe quemando a un hombre», escribió el humanista, biblista y teólogo cristiano francés Sébastien Châteillon en 1554, con el seudónimo de Martinus Bellius. Él reaccionaba por la ejecución de Miguel Servet a manos de calvinistas, llevada a cabo en octubre de 1553.
En todos los tiempos hubo intolerancias feroces, inhumanas, por parte de quienes teniendo poder, destruyeron vidas cruelmente en nombre de Dios o de un ideario. La historia está regada con esa sangre.
Desde el pasado lunes 6 de mayo, cada quince días, se están realizando las audiencias en el marco del juicio por la “Masacre de Capilla del Rosario”, en el que están acusados los exmilitares Carlos Carrizo Salvadores, Mario Nakagama y Jorge Acosta, por la muerte por fusilamiento de un grupo de miembros del ERP que se habían rendido y estaban desarmados. El lunes último fue la tercera audiencia en el tribunal de la Cámara Federal por esos delitos de lesa humanidad que se cometieron en agosto de 1974.
El testimonio ofrecido por José Gambarella -que en ese entonces realizaba el servicio militar- fue espeluznante. Describió a jóvenes con las manos en alto o detrás de la nuca, en señal de clara rendición. Relató que Carrizo Salvadores en persona dio la orden, parado en la ruta cercana al lugar de la masacre. Y dijo que Nakagama también estaba presente.
En esos momentos, y ahora, se horrorizó por lo vivido. Dijo que al terminar la masacre preguntó en voz alta, lo que casi le costó la vida: “Si se rindieron... ¿por qué los mataron?
A casi 39 años de aquel trágico episodio, esa pregunta aún retumba en nuestros oídos. Que un justo castigo a los culpables evite que la intolerancia vuelva a nuestra sociedad.

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