La investigación del crimen de la joven psicóloga María Eugenia Rojas avanza con llamativa lentitud. La última novedad fueron los resultados de los análisis de ADN que determinaron que Damián “Bebe” Cano estuvo en el departamento de la víctima. Si bien no es suficiente para sostener que se trata del asesino, es un indicio más que fuerte si se lo suma a su confesión, la cual realizó dos meses después, cuando fue detenido bajo la sospecha de haber asesinado a Susana Aguilar, en su departamento del edificio Leo IV, en calle Sarmiento al 600.

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Los datos obtenidos de los análisis de ADN vienen a confirmar las serias dudas que se plantearon respecto de la investigación que se realizó sobre el crimen de Rojas, y que sólo El Esquiú.com comenzó a plantear pocos días después de que el joven Mauro Orce quedara detenido en circunstancias por lo menos llamativas. Es que la familia planteaba dudas lógicas que nadie respondía, y lo más contundente era la orfandad probatoria. Quizá por ello, cuando declaró como testigo fue, según sus palabras, duramente presionado por los uniformados para que confesara el crimen, a lo que se negó insistentemente. Igual perdió la libertad y como si todo fuera parte de un libreto, quedó detenido, fue indagado, imputado y enviado a la cárcel durante dos meses. Su familia, convencida de su inocencia comenzó a investigar paralelamente, a hacer averiguaciones. Rápidamente dieron con varias líneas de investigación a las que la Justicia les cerró la puerta. Ya tenían a un culpable, no hacía falta más.
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La investigación, que era un castillo de naipes en medio de una tormenta, se derrumbó el 31 de marzo cuando en medio de un incendio hallaron el cuerpo de Susana Aguilar brutalmente apuñalada. Días después, ya detenido, “Bebe” Cano dijo “yo las maté a las dos”. Qué hubiera ocurrido si Cano no hubiera matado a Susana Aguilar o si no hubiera confesado los dos crímenes, son interrogantes que, tanto como lo ocurrido aquella noche, está bastante lejos de poder determinarse.