Objetivo y método

viernes, 30 de agosto de 2013 00:00
viernes, 30 de agosto de 2013 00:00

En las relaciones humanas -sean filiales, fraternales, de pareja y hasta en los vínculos de personas con instituciones civiles y/o gubernamentales- suele recurrirse a formas de manipulación por entender que sólo de esa manera se puede conseguir un objetivo. Éste puede ser totalmente válido, razón por la cual no entraría en discusión. Pero el modo de pretender obtenerlo, es lo que puede debatirse.
Hay niños que para conseguir algo de sus padres recurren al llanto y al escándalo. Otro tanto sucede entre los mayores. Entienden que el mostrar acentuadamente su rol de víctimas (lo sean o no lo sean), pueden conseguir algo que de otro modo no les será posible obtenerlo.
Cuando los destinatarios de las demandas -realizadas mediante diferentes recursos que pueden ser sollozos, veladas amenazas o chantaje liso y llano- las aceptan, es altamente probable que caigan en una trampa de la que resultará difícil salir.
Sicólogos, sociólogos, expertos en mediación, entre otros especialistas, suelen marcar las patologías de esas formas de manipulación, que no dan lugar a una sana y fecunda comunicación para encontrar soluciones eficaces.
El problema se acentúa cuando se trata del diálogo entre ciudadanos y gobernantes, por cuanto se interponen incontables variables que obstaculizan la comunicación y la resolución de conflictos. Asimismo se entrecruzan intereses, muchos de los cuales apuntan intencionadamente a la incomunicación, a la potenciación del conflicto.
Las protestas gremiales, reclamos sociales, exigencias sectoriales o particulares en algunos casos muestran acciones manipuladoras de quienes buscan determinados objetivos, sean justos o no. Los gobernantes tienen el deber de responder con justicia. Para ello podrán adelantarse a esas acciones -para no sólo reaccionar- o responder a las mismas con disposición a la comunicación y resolución, aunque sin entrar en circuitos perniciosos.
Como en todos los vínculos humanos, deberán intervenir la racionalidad y la mejor predisposición de las partes, para que no tengamos que lamentar sacrificios que se pueden evitar.

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