Apuntes del secretario

martes, 10 de septiembre de 2013 00:00
martes, 10 de septiembre de 2013 00:00

A una semana del cierre de listas, en los distintos comandos hay febriles negociaciones por las candidaturas provinciales. En medio de todo eso, se llevó a cabo una elección interna, dentro de la UCR, que arrojó excelentes resultados. Fue para nominar al candidato a intendente de Mutquín (Pomán) que competirá el 27 de octubre. Se trató de una compulsa doméstica, para la cual se puso una urna y se llamó a los afiliados a votar. Participaron tres candidatos y, sorpresivamente, el triunfo correspondió a Orlando Reynoso, perteneciente a la Corriente Progresista Radical (CPR), que postergó a los candidatos que habían propuesto Brizuela del Moral y Oscar Castillo. Al primero lo venció por dos votos y al representante castillista, relegado al tercer puesto, por cifras contundentes. Pero lo más rescatable de esta interna, además de un porcentaje importante de participación, es que el vencedor (alineado con José “Chichí” Sosa) y los vencidos se pusieron de acuerdo para trabajar unidos, lo que echa por tierra los temores de los caciques partidarios (con Oscar Castillo a la cabeza), que no es bueno llamar a internas por temor a provocar mayores distanciamientos. “Mutquín 2013” produjo un rotundo mentís sobre las bondades de consensos que, en realidad, se imponen y nunca se alcanzan.
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Hablando del diputado Sosa. Colocado en la vereda del frente del castillismo y el brizuelismo, el hombre viene dando que hablar. Hizo una muy buena elección en las primarias y su cosecha -cerca de 6000 votos que, por haberlos conseguido sin recursos y ayuda de nadie, valen oro- le permitió al Frente Cívico superar por cifras muy estrechas al Frente para la Victoria, a lo que se suma ahora la victoria mutquinense, ante los candidatos del oficialismo partidario. Sin embargo, a pesar de estos antecedentes, comentan cerca suyo que aún no fue convocado por los dirigentes que están manejando las candidaturas. Paradójicamente, comentan que lo sondearon desde el barrionuevismo -vía de su amiga y correligionaria, Gladys Moro- para integrar las listas, lo que habría rechazado de plano. Ratifica así su posición inalterable de dar la batalla dentro de la UCR. Y, en este sentido, deja de lado apetencias personales y, por el contrario, puja por la reivindicación del sector que supo construir en los últimos años.
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El gran temor de las líneas no oficialistas dentro de la UCR es que se confirme lo que este secretario viene señalando desde hace más de un año: que las candidaturas, sin tener en cuenta militancia y apoyos populares, sean repartidas entre amigos y familiares de los jefes partidarios. Así es que muchos se preguntan si las “grandes figuras”, que posiblemente ya tienen un lugar asegurado para el período 2013-2017, podrían alcanzar los guarismos que, efectivamente, puede mostrar Sosa “a pura militancia”. De estos temas se viene hablando, aunque sea por lo bajo, en las reuniones, para buscar el consenso, pero hasta el momento, se privilegian nombres antes que los merecimientos.
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Aunque vaya a concretar alianzas territoriales con los radicales, quien piensa en términos prácticos es Luis Barrionuevo. Sin mayores compromisos para armar las listas de la 3ra. Posición, el gastronómico entiende que las candidaturas no son gratis y que, necesariamente, aparte de lealtades, deben sumar votos a los cerca de 40.000 que consiguió casi solitariamente en las PASO. En este razonamiento, vale aclararlo, se pueden desvanecer algunas ilusiones de dirigentes que ya se estarían “probando el traje” de futuros legisladores. Si algo nadie le puede discutir al gastronómico es sobre números, especialmente los de encuesta, con las que se maneja casi en forma permanente. Y en cuanto a nombres, los que más suenan son los de Eduardo Pastoriza y Pedro Casas, el que a esta altura de los acontecimientos, y después de haberse aceptado el pacto, es considerado un aporte de Oscar Castillo a la lista barrionuevista. Es que, aparte de familiaridades, fue su ministro de gobierno durante la gobernación 1999-2003.
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En el Frente para la Victoria es considerado un hecho que la elección del 27 de octubre tendrá características diferentes a las del 11 de agosto. Es muy probable que, por razones obvias, así sea. En esta “segunda vuelta” no se votará únicamente a cuatro candidatos (Néstor Tomassi, Brizuela del Moral, Luis Barrionuevo y el ya eliminado “Chichí” Sosa), sino a más de 100 postulantes. Ello llevará indefectiblemente a que, más allá de los matices nacionales, la elección se “provincialice” y, en ese marco, resulta fundamental presentar una buena oferta electoral. Para que ello ocurra, se otorgaría lugar a los diferentes sectores, pero con el derecho a veto de quien se cargará la campaña sobre sus hombros y que no es otra que la gobernadora, Lucía Corpacci. El componente peronista estaría descontado y, lo reiteramos, se habla de presentar figuras que tengan un historial de identidad que no deje dudas como, para algunos sectores del gobierno, podría ser un expresidente de una cámara legislativa de la década del ‘80.
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Siguiendo con las características de la tenida del último domingo de octubre, lógicamente Barrionuevo disputa, aparte de la banca del Congreso, la interna peronista. Aunque sea con esta rara alianza que ha hecho con el castillismo que “lo martirizó” en 2003, quiere darle un nuevo dolor de cabeza al kirchnerismo y, para ello, requiere la nacionalización de la elección. Por eso sueña con que el “fenómeno Massa”, que puede consolidarse o sufrir efectos parecidos a los que padecieron en otros tiempos hombres como Julio Cobos, Blumberg o el mismo Miguel Del Sel, tenga traslación a Catamarca. No creemos, honestamente, que ello vaya a suceder. El catamarqueño, por lo general, vota catamarqueño.
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De los cinco diputados nacionales que tiene Catamarca, se sabe que ninguno de ellos será reelecto en este turno electoral y en el mismo cargo. Dos de ellos -Isauro Molina y Marcia Ortiz Correa- porque tienen mandato hasta 2015, y los tres restantes porque no participaron de las primarias. Sin embargo, se sabe que Rubén Yazbek, Mariana Veaute y Pedro Molas pretenden algo distinto, ya dentro de los contornos provinciales. El representante de los jubilados, como integrante de la alianza FPV, podría terminar en un cargo provincial; Veaute tiene escasas chances de figurar en las listas, por provenir del radicalismo, y quien sí podría ser convocado es Molas, hombre de confianza de Eduardo Brizuela del Moral. ¿Será acaso candidato a concejal capitalino?
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RECUERDOS HACIA EL PRESENTE. Como siempre lo hacemos, terminamos la columna de hoy con el repaso de los hechos políticos ocurridos hace un cuarto de siglo.
Hasta la mitad de septiembre del 88, el escándalo de la reforma constitucional seguía dando que hablar. El día 12, en la Legislatura, el diputado radical Pedro Guillermo Villarroel (en los 90 fue senador nacional) le plantea una cuestión de privilegio a su par peronista Jorge Díaz Martínez, quien, días antes, había señalado la contradicción de estar en contra de la reforma, por no haber participado de la elección de constituyentes y, después, jurar tranquilamente por el texto que renegaba.
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El 10 de septiembre se reúne la Convención Radical y proclama por aclamación la candidatura a gobernador del diputado nacional José Alberto Furque. En aquel encuentro partidario, estuvo presente Arnoldo Castillo, quien resultó ovacionado por su trayectoria y haber participado de la peor dictadura que tuvo el país. Aunque resulte increíble, estas cosas ocurrían en 1988. También fueron reivindicados otros participantes de gobiernos de facto, como Horacio Pernasetti o Jorge Acevedo. Pedro Guillermo Villarroel fue muy lejos con su discurso: “No hay nadie en este país que pueda tirar la primera piedra, pues no hubo gobernador de facto que no haya contado con el concurso de los civiles”. Este acto, cabe destacarlo, se realizó porque días antes se juró la nueva Constitución, la cual prohibía la participación democrática de quienes hubieran colaborado con los militares. Era el caso de Arnoldo, que pudo ser gobernador tres años después por una cláusula especial que, mientras ya había sido intervenida la provincia, fue aceptada. En esa oportunidad, claramente, se violó el texto constitucional. Castillo, que fue gobernador de facto, no podía haberlo sido en democracia. Y lo fue. Se aplicó el apotegma “aquí mando yo” que toleró la prensa local y nacional.

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