Hace más de cinco siglos, Cristóbal Colón desembarcaba en tierras americanas, creyendo que había hallado un nuevo camino a las Indias, y posiblemente sin sospechar que aquel viaje marcaba el inicio de una nueva era para las civilizaciones.

La fecha, indiscutiblemente llamada a quedar en la historia, fue recordada desde entonces, pero las connotaciones de la celebración o conmemoración fue variando de modo drástico, hasta exponer un verdadero conflicto de identidad.

Durante casi un siglo el 12 de octubre fue en la Argentina simplemente el “Día de la Raza” que festejaba la nueva etapa de América abierta por la expedición Colón.

El festejo llegaba precisamente de España, que en 1914 instauró el “Día de la Raza Española” pasando más adelante a llamarse “Día de la Hispanidad” y finalmente “Fiesta Nacional de España”. En aquella época, latinoamérica compartía los festejos, en lo que se consideraba un símbolo de la unión de dos culturas.

Luego de arduas objeciones, el día fue mutando por este lado del mundo, ya con un espíritu reivindicador de los aborígenes, y hasta señalando la conquista como un genocidio. Llegaron entonces, siempre en los 12 de octubre, otras conmemoraciones que hoy concluyeron en el día del “Respeto a la Diversidad Cultural”.

Si pudiera aplicarse a las naciones la psicología, tal como se analiza a los individuos, podría hablarse aquí de un auténtico trauma sin resolver.

Porque no resulta sencillo pasar por alto los derechos de los nativos ni las crueldades que padecieron, pero tampoco puede desconocerse cuánto influyó la cultura europea al conquistar esta tierra, comenzando por la religión que aun hoy profesa la mayoría. La clave es que junto con la colonización llegó la evangelización, y allí radica el conflicto que aun persiste.

Si se discutiera hoy sobre los derechos de los aborígenes catamarqueños frente a la invasión española, quizás sería unánime la adhesión a la causa de los nativos.

Pero, sin remontarnos siglos atrás, si hoy mismo vamos a la Catedral Basílica, veremos un mural que inmortaliza uno de los milagros de la Virgen del Valle, cuando se aparecía en los campos de batalla, y no era para ayudar a los “indios”, sino a los españoles.

Será cuestión de analizar si en un mapa genealógico catamarqueño, las raíces de nuestra cultura se ubican en la época precolombina, o en todo caso si es posible concebirnos prescindiendo de aquello que, aunque haya sido por la fuerza, terminó por definir lo que somos.