Hay que aggionarse
No deja de ser curioso que sectores de las iglesias católica y evangélica de Catamarca, junto a un grupo de los así llamados “independientes” -aunque compartan el 90% del ideario de ambos cultos- hayan marchado el sábado para “reclamar” la aplicación de una ley de 2006 a la cual se opusieron cada vez que pudieron.
La legislación en cuestión, que establece la aplicación de un programa de Educación Sexual Integral (ESI) fue sistemáticamente resistida y menoscabada, en especial en los colegios confesionales, aún cuando están obligados a brindar estos contenidos como parte de la propuesta formativa obligatoria de niños y adolescentes en tanto ciudadanos de la República Argentina.
¿Por qué el cambio rotundo? Probablemente por aquello de que, perdido por perdido, optan por el “mal menor”. Es que, según dijeron, las innovaciones que se proponen por estos días en esa ley desvirtuarían su visión sobre el hombre y la mujer. Es la famosa y tan temida “ideología de género” que, siempre según lo que argumentan sus ministros y representantes más conspicuos, abre la puerta para una serie de males, empezando por el espinoso tema de que cada uno se crea con derecho a elegir su identidad sexual: horror de los horrores.
Casi en un calco de lo que sucedió durante el trámite legislativo por la despenalización del aborto, junto con la movida en las calles, se activó una feroz campaña en redes sociales que, con la excusa de llevar “claridad en medio del ruido”, siembran falsedades como aquellas que rezan que, con la nueva ley, las escuelas deben enseñar a los chicos a masturbarse. Como si una especie de ese tipo fuera realmente posible. Nada de racionalidad: basta apelar a emociones muy básicas que anidan en todos para, en forma inmediata, encontrar soldados de una nueva causa oscurantista.
Nadie se pone a pensar que la desinformación, el ocultamiento y el pobre o nulo debate sobre aspectos de una expresión tan humana como la sexualidad, es lo que genera males verdaderos: el embarazo no intencional, el contagio creciente de ETS, la violencia sexual en sus diversas manifestaciones, el abuso sexual y, en algunos ámbitos, incluso la pedofilia.
Urge un cambio que legisle positivamente en la materia, en un marco de libertad y sin entrar en fanatismos y visiones unilaterales que atentan de lleno con la formación de las nuevas generaciones.