Hoy es el Día Mundial del ACV, y las razones por las cuales lo instauraron se basan en una peligrosa característica que se intenta revertir: es muy bajo el conocimiento que tenemos como sociedad de esta enfermedad.
Todos conocemos a algún familiar, amigo o conocido que sufrió un Accidente CerebroVascular (ACV), pero la mayoría de nosotros ignora cómo reconocer los síntomas, cómo prevenirlo y cómo actuar en caso de que se presente.
Es urgente revertir el panorama, porque se trata de la segunda causa de muerte y la primera de discapacidad en los adultos, a  nivel mundial.
En Argentina se producen alrededor de 270 casos por cada 100 mil habitantes, y es una gran incidencia: cada cuatro minutos, una persona sufre un ataque cerebral, lo cual equivale a unas 140 mil personas por año.
Prevenir y reaccionar es vital: se estima que solo 1 de cada 4 pacientes que sufre un ACV, llega a tiempo al hospital y más de 20 mil personas mueren al año, a causa de esta patología. Casi siempre se provocan daños, porque el cerebro tiene unos 120 millones de neuronas y, con un  ACV se pierden casi dos millones por minuto.
Por alguna razón, la comunidad no está convenientemente informada. De hecho, la población tiene más conciencia y sabe actuar con mayor rapidez  frente a un infarto, aunque los casos son tres veces menos frecuentes.
Hay dos variedades de ACV: el isquémico y el hemorrágico. Los ACV isquémicos  se producen por la  interrupción o bloqueo de una arteria que lleva sangre al cerebro, y los hemorrágicos se producen por la rotura de un vaso, con la consecuente hemorragia cerebral.
Los médicos insisten en que es necesario instruir y capacitar a la población sobre el reconocimiento temprano de los signos clínicos del ACV y la búsqueda inmediata de atención médica, ya que, de esta manera, se pueden salvar vidas y minimizar las secuelas.
Es muy importante cuidarse: controlar la presión arterial, alimentarse bien, no beber demasiado alcohol, no fumar y evitar el sedentarismo ayuda y mucho. 
Y desde ya, informarnos.