33 de mano

miércoles, 31 de octubre de 2018 00:19
miércoles, 31 de octubre de 2018 00:19

Bien lo decía en una parte el artículo editorial de El Esquiú.com en su edición de ayer: “el Día del Restablecimiento del Orden Democrático no generó arraigo popular y pasa prácticamente desapercibido para la ciudadanía”. Es que por esas cosas de la vida, en Catamarca, por ejemplo, son más esperados y celebrados los días de carnaval porque en el almanaque figuran en rojo y, como ocurrió en este 2018, garantizan un fin de semana súper largo –lunes 12 y martes 13 de febrero- y, por supuesto, ni pensar en trabajar. La apatía y la indolencia de los radicales catamarqueños, mejor decir: de su dirigencia, si existe,  para con una fecha como el 30 de octubre de 1983, es indignante. La de la víspera debió haber sido una jornada de fiesta para la UCR y sin embargo pasó sin pena ni gloria. En honor a la verdad, debió haber sido un día con una recordación en conjunto por parte de todos los partidos políticos, reunidos en un acto para afianzar los valores democráticos en la Argentina y para contarles a los jóvenes por qué un 30 de octubre amerita una celebración desde hace 35 años: el país recuperaba para siempre  la democracia. El NUNCA MÁS a los milicos representa también el compromiso a mantener intacta la memoria. Cuando decimos que el comportamiento político de la UCR local es indignante, es porque a los boinas blancas les corresponde festejar de manera especial. Porque hace tres décadas y media ganaba las elecciones en la Argentina un político decente, democrático y con enorme coraje cívico, y era radical: Raúl Ricardo Alfonsín, consagrado presidente de los argentinos por la voluntad popular. Gran parte de la los dirigentes radicales –con las honrosas excepciones del caso, que por suerte las hubo- se llenaron la boca de Alfonsín, hicieron uso y abuso de su figura y hasta el día de hoy siguen prendidos de la teta del Estado. Y con la memoria por el suelo. No vale la pena detenerse demasiado en esas aves de rapiña de la política. Un sayo anda dando vueltas por ahí. Y a más de uno le va a quedar bien. A medida.

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  El querido y recordado Miguel Wenceslao Chanampa, político, actor y radical de pura cepa, supo decir a poco de la muerte de Raúl Alfonsín, a las 20,30 de un martes 31 de marzo de 2009: “A medida que pasen los años, la figura de Raúl irá creciendo en el colectivo de los argentinos”. Y no se equivocó el amigo. Pero resulta que los que tienen que mantener en lo más alto la imagen del ex presidente, son los mismos que lo echaron al olvido y solamente se preocupan por conservar su quinta –léase cargo- para beneficio de amigos y familiares. ¿Alfonsín? Ya está, para esos que se hacen  llamar dirigentes, ya fue. Ahora están ocupados en otra cosa como para preocuparse en recordar el glorioso 30 de octubre de 1983 y rendirle homenaje a ese gran demócrata olvidado. Tal vez –y ojalá- estén trabajando para recuperar el prestigio que supo tener hace largas décadas la UCR provincial. Dice Tabaré Cardozo en su canción: “El tiempo me enseñó que los traidores se sientan en la mesa a tu costado, y el que te da la puñalada comparte el pan con esas mismas manos”. El sayo sigue dando vueltas por ahí. Desde aquí recordamos a Alfonsín erguido en su dignidad para marchar a Campo de Mayo en Semana Santa. O cuando defendió desde un púlpito la honorabilidad de su gobierno. Porque fue un hombre honesto. Con defectos y virtudes. Pero honesto, virtud en vías de extinción de la gran mayoría de los políticos argentinos. Recordamos también que “persuadir” era su palabra favorita porque estaba persuadido de la unión nacional como instrumento de transformación. ¡Fuera grieta! Para el final, un grato recuerdo: un día de 1990, cuando el autor de esta columna era director del diario El Ancasti, una tarde recibimos la visita del Dr. Raúl Alfonsín –ya no era presidente- merced a los buenos oficios de dos queridos amigos: Alicia Ottini y Ernesto “Barón” Acuña. Llegó con su humildad a cuestas. Saludó a todos y compartimos un largó café. Fue un altísimo honor. Perdón por la falta de modestia: Raúl Alfonsín no llegó al diario para conocer al dueño.

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