Voto femenino
Hace 67 años, Eva Perón votaba por primera y última vez.
No volvería a emitir un voto porque su vida se apagó tempranamente debido a una dura enfermedad, pero en el momento en que Evita estuvo frente a la urna para elegir autoridades como ciudadana, marcaría un hito en la historia nacional.
El 11 de noviembre de 1951 se realizaron las elecciones por las cuales Juan Domingo Perón resultó electo para su segunda presidencia. Ese día miles de mujeres concurrían por primera vez a ejercer su derecho al voto, en el comienzo del ejercicio de un derecho que antes no se reconocía.
Aquella vez, el 90 por ciento del padrón femenino concurrió a sufragar. Por entonces, era tan impensado que se permitiera votar a las mujeres, como resulta incomprensible hoy que se les impidiera ejercer ese derecho ciudadano.
La obtención del voto femenino se reconoce como con justicia como una conquista del peronismo, con Evita a la cabeza. Pero también es cierto que este derecho se alcanzó luego de una extensa, y nada fácil, lucha de militantes socialistas y feministas en nuestro país y en el mundo.
De hecho, cuarenta años antes, el 26 de noviembre de 1911 Julieta Lanteri, luego de varios intentos previos, logró votar en la ciudad de Buenos Aires, aunque no pudo lograr extender en ese momento ese derecho para todas las mujeres.
Luego de esto, se sancionó una ordenanza que prohibía explícitamente el voto femenino, con el argumento de que para empadronarse era necesario el registro del servicio militar.
La lucha por los derechos civiles de las mujeres y el voto femenino se remonta muchos años atrás. En Gran Bretaña y Estados Unidos surgieron importantes movimientos sufragistas donde las mujeres se movilizaron exigiendo sus derechos.
Esta lucha no estuvo ajena a las cuestiones sociales de la época ni a la lucha por los derechos de los trabajadores.
Fueron peleas por uno de los más elementales derechos cívicos, muchos de los cuales -en materia de igualdad de género- perduran como cuentas pendientes.