Editorial
La primera Alcaidía
Un cuarto de siglo se cumple hoy de la denominada Tragedia de la Alcaidía, un acontecimiento que instaló el horror en plena capital catamarqueña, y que paulatinamente quedó en el olvido, sin que se esclarecieran las circunstancias que condujeron a lo ocurrido.
Fueron trece muertes violentas en un mismo sitio, que con un simple ejercicio permiten describir la situación actual: cualquier catamarqueño de mediana edad conoce el caso, pero difícilmente alguien que no haya trabajado directamente en el tema, sea capaz de nombrar quiénes fueron hallados responsables por la Justicia. Por eso hablamos de olvido.
El 23 de noviembre de 1991, el Instituto de Rehabilitación Julio Herrera, más conocido como “la cárcel”, dejó de existir como institución, para pasar a formar parte del sistema de Servicio Penitenciario.
El predio de la institución funcionaba a pocas cuadras de la plaza central, en los terrenos que nacen en Avenida Güemes y Ayacucho.
En 1993, al cumplirse el segundo aniversario del Servicio Penitenciario, se organizó un acto oficial para celebrar y subrayar el acierto del cambio. Los internos esperaban a los funcionarios para darles un petitorio.
Lo cierto es que el acto culminó y las autoridades se retiraron sin escuchar a los internos, gesto que resultaría germen del desastre. Hubo malestar, una improvisada protesta y se armó un motín en el sector de la Alcaidía, donde se quemaron colchones.
Hasta allí las pocas certezas que quedaron. Trece hombres alojados en el lugar a la espera de que se resolvieran sus causas (ninguno tenía condena) murieron. Se dijo que ninguno tenía quemaduras. Pudieron fallecer por inhalación de humo tóxico. Se denunció también que los encerraron y dispararon contra ellos.
La verdad nunca llegó. La comunidad fue testigo de lo ocurrido como si se tratara de un problema ajeno.
El desinterés general condujo a lo que suele suceder cuando no se toma nota de las causas que derivan en un hecho de esa gravedad. Y el desastre se repitió, nuevamente en Catamarca, durante un incendio en la Alcaidía de Menores.
La segunda tragedia fue en 2011, y le costó la vida a cuatro adolescentes. Tampoco hubo gran interés por ubicar a los responsables.