Editorial

País enfermo

domingo, 25 de noviembre de 2018 00:00
domingo, 25 de noviembre de 2018 00:00

Hace tres semanas, en este mismo espacio editorial, advertimos la posibilidad de que la soñada final de la Copa Libertadores de América entre Boca Juniors y River Plate  se deformara en un escenario propicio para la violencia.
“... en momentos en que todo se exacerba y magnifica, resulta necesario convocar a la sensatez, para recordar que se trata de un juego. Vibrante, dramático, apasionante, pero juego al fin. Es una competencia importante, pero no es una cuestión de vida o muerte: ganará el que convierta más goles y luego la historia continuará para todos, con nuevos desafíos, nuevos triunfos y nuevas derrotas. Argentina es el único país donde el fútbol se juega con espectadores de un solo equipo porque no pueden convivir dos horas en un mismo estadio simpatizantes de distintas camisetas sin que surja el peligro de que se maten. Un poco de calma. Que no haya lugar para la violencia...”, decíamos apenas se confirmó la definición entre los equipos más populares del país.
Siempre es fea en periodismo la nota autorreferencial, pero aquí se trata simplemente de señalar una obviedad que cualquier persona con dos dedos de frente podía ver; y sin embargo no lo vieron los responsables de garantizar la seguridad del encuentro.
La ministra Patricia Bullrich se pavoneó por los medios jactándose de que el partido era una cuestión menor, fácil de controlar. El presidente Mauricio Macri prometía fiesta y anunciaba -irresponsablemente- que los encuentros se jugarían con público de ambos equipos.
La realidad es que no se pudo proteger ni siquiera el ingreso de Boca al Monumental. No tuvieron capacidad ni para organizar el inicio del partido. ¿Qué hubiera pasado en un eventual festejo? ¿En qué hubiera terminado un duelo con público de los dos cuadros?
Por su magnitud deportiva, por sus protagonistas, Argentina convocó ayer las miradas del mundo entero.
Lo que mostró fue una vergüenza. Dolorosa, indignante, preocupante, triste: nuestra realidad.

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