33 de mano
La súper maldita grieta lo hizo. Lo que debía ser una final de fútbol terminó de la peor manera. Cartón lleno. ¿Qué otra cosa se podía esperar en un país donde no son pocos los que apuestan a la división, al enfrentamiento diario y al caos? En un país donde el adversario político se ha convertido en el peor enemigo y, como en la guerra, la consigna es “que se muera ese hdp”. El pasado fin de semana no todos perdieron, como se intenta hacer creer a la popular. Algunos creen haber ganado y no faltó el chin-chin el domingo por la noche para festejar el daño que se le había hecho a la Argentina. Los que alimentan la grieta, los que quieren ver al país envuelto en llamas y dan “clase” por televisión de cómo se debe hacer lo que no pudieron hacer –fechorías al margen- festejan lo que fue una vergüenza mundial en nombre de la Argentina. Lo dijimos, lo decimos ahora y lo seguiremos diciendo: el fanatismo le ganó por goleada al sentido común (“…la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”-tango) pero como dice el gran Heredia en su “Vuela conmigo”: “lo peor es no entenderlo, lo más triste es ignorarlo. Con la vida no se juega, sin el sueño no se avanza”. O sea: el fanatismo es el enemigo a vencer, además de la ineptitud y el error conceptual de creer lo que otros creen, como la frase presidencial instalada: “vamos por el camino correcto” (¿En serio lo dice?). Nos mienten y lo peor de todo: nos mentimos nosotros mismos. Repiten y repetimos como loros: “son unos 15 o 20 inadaptados” (¿decirle funcionaria mediocre a la ministra Bullrich constituye violencia de género?). Mentiras. Suman millones los inadaptados y/o fanáticos en todo el territorio nacional. O todavía están convencidos que pueden enfrentarse River y Boca. ¡Una locura! River y Boca se odian, como se odian la gran mayoría de sus simpatizantes. Como se odian peronistas y radicales. Como se odian macristas y kirchneristas. Y entre ellos no se conforman con ganar un partido o una elección: si se lo puede destrozar –literalmente- al rival, mejor. Es duro y triste, pero es la realidad.
////////
Nos mienten y nos mentimos. Hace un millón de años que escuchamos decir “hay que terminar con las barras bravas”. No compremos espejitos de colores: ¡hay que terminar con los dirigentes y políticos que conviven y los protegen por conveniencia futbolera y política! ¿O acaso no viajaron al exterior en los últimos mundiales de fútbol delincuentes pagados por el propio gobierno de turno? A propósito: en una despensa de Polcos, un vecino le preguntó a otro: ¿vos le comprarías un auto usado a Angelici? La respuesta fue elocuente: un claro arrugue de nariz. En esta le damos la derecha a Lilita: impresentable el hombre. Después, están las redes sociales, desvirtuadas en su esencia por tanta agresión y violencia. Aquí también hay odio y son muchos los que se encargan de incentivarlo. También el último fin de semana puso al desnudo la televisión que tenemos. Los programas deportivos, sus conductores y los panelistas dieron cátedra de lo que no se debe hacer y decir, salvo honrosas excepciones. ¡Qué manera de hablar macanas! Todo era cuestión de vida o muerte, a todo o nada.Es hora de preguntarse: ¿cuánto pagan Cascini, Ruggeri y Mauro Viale para estar en la TV? Si la dirigencia política y deportiva del país, más la sociedad en su conjunto, recuperan el sentido común, esperemos que se levanten voces para River y Boca no se enfrenten nunca más. Para evitar una tragedia. Porque el odio que se tienen no se va a terminar jamás. Por el contrario: va creciendo minuto a minuto. Y si se puede evitar la muerte, pues lo hagamos. Estamos del lado de los que aman y construyen y en la vereda opuesta de los que odian y destruyen. Y brindamos por la paz y no por el triunfo de la violencia, como otros que todos conocemos. El lector sabe a kienes nos referimos. Por favor, den por terminada la Copa Libertadores. Ya no habrá un campeón digno, sean quien sea. Evitemos más desgracias. No seamos hipócritas. Al que le kepa el sayo…