33 de mano

jueves, 8 de noviembre de 2018 00:18
jueves, 8 de noviembre de 2018 00:18

Escribe Kelo Molas

“Jodete. Eso te pasa por ser pobre”. Tan dolorosa como injusta suena esta especie de sentencia en los tiempos que vivimos. Días atrás, el diario Perfil daba cuenta de la visión de un humorista ácido como es Enrique Pinti. También golpeado por la crisis que nos agobia cada vez más minuto a minuto, el actor, escritor y dramaturgo reveló que le cuesta pagar las inyecciones de insulina que cotizan –según el informe- entre 30 y 40 mil pesos y “que si fuera pobre ya hubiera muerto”. Recordamos que alguna vez también Diego Armando Maradona admitió que pudo luchar contra la adicción a las drogas en los complejos más importantes y caros del país y de Cuba “gracias a que tengo plata, un pobre no lo podría hacer”. Conclusión: la pobreza mata. Mata de angustia, de dolor, de impotencia. Y eso, aunque duele decirlo y cueste admitirlo, está sucediendo entre los argentinos. El diario El Esquiú lo refleja diariamente en sus páginas: cada vez son más los que se quejan de los azotes que la pobreza,  de manera impiadosa, castiga a cientos y cientos de familias en Catamarca y a millones a lo largo y ancho del país. Y esos azotes hieren el alma y lastiman la dignidad de los pobres. ¿De qué línea de pobreza o de indigencia nos hablan cuando son muchos los hogares donde falta la comida? ¿Es que acaso no nos enteramos que en los comedores comunitarios hay madres que se agarran la cabeza y lloran porque no tienen qué darle de comer a 100 o 150 chicos en cada jornada? Aquí no hay línea que marque quién está mejor o peor posicionado en la vida. Aquí hay hambre. Y ya no quedan herramientas para hacerle frente. Decía también el genial Enrique Pinti: “Los economistas, en realidad, hablan en forma teórica, otros como si uno fuera tarado. A mis 79 años puedo confirmar que la teoría de todos los economistas son buenas y que las praxis son malísimas”.


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  Todo tiene que ver con todo. Ayer se conocieron declaraciones del director de la OSEP (Obra Social de los Empleados Públicos), Dr. Julio Cabur, en las que manifiesta que “frente a la situación económica y por el cobro del plus médico, hubo un franco descenso en las prestaciones. No es porque el paciente no se enferme; es porque el paciente no tiene plata y tampoco tiene plata para pagar el plus, el coseguro, los estudios complementarios”. Agregó de manera categórica el funcionario: “Con esto estamos perdiendo todos: el profesional médico porque se le han mermado los pacientes y la salud en general está entrando en un deterioro”. Esto es muy grave. Representa una un alerta, un pedido de socorro desde la OSEP. Para ser más claros y puntuales: los pobres no están yendo a ver a los médicos porque no tienen dinero y menos para pagar el plus. En otras palabras: por culpa de la pobreza están descuidando la salud. ¡Ni hablar a la hora de tener una receta en las manos! Ahí es cuando viene la peor de las dudas: o compramos los remedios o compramos para la comida. ¿Cómo hacen aquellas familias que viven de los planes, las ayudas sociales o las changas salvadoras? Esas que  viven en ranchos, lejos de una vivienda digna. Dios nos libre y nos guarde. Ya no se puede soportar tanta miseria dando vueltas por ahí, como fiera al acecho. Por eso, desde aquí y respetuosamente, le pedimos a los profesionales de la medicina que a la hora de atender a un pobre, un hermano en las malas en definitiva, lo hagan con el corazón, con un amplio sentido de la solidaridad y un profundo respeto por la vida. Porque ellos, los médicos, son precisamente sinónimo de vida por ese don de la sabiduría. Los pobres ya tienen demasiados castigos. Al fin y al cabo, el bolsillo puede esperar. Los pobres tienen urgencias que hay que atender. No causemos más heridas que ya bastante tenemos, como dice el poeta.
 

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Comentarios

8/11/2018 | 11:59
#149006
Buena la nota, pero no mira a los sectores de élite social, politica y empresaria que está vinculada al sector público y que hacen derroche de sus bonanzas, se construyen grandes edificios, lujosas casas y autos de alta gama. Como si esos sectores sacaron la lotería y el aporte de los premios los hace la clase media y baja que se retortija todos los días pagando impuestos y por sus tripas pasan menos alimentos

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